Enero 05, 2025 -H-

¿Intolerantes o cómplices?

Pero nuestra mayor coincidencia con la Argentina, está en nuestra tolerancia a la corrupción, toda la sociedad vio volar bolsos de dólares en un convento en Buenos Aires, como todos vimos los casos de corrupción de los ítems fantasma en Santa Cruz, caso respiradores, gases lacrimógenos y el más grande de todos


Martes 29 de Marzo de 2022, 12:00pm






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Mientras estudiaba y vivía en Buenos Aires, allá por el 2004, siempre me apasionó entender cómo la Argentina había pasado de ser la sexta economía del mundo a una economía tan vulnerable y convulsionada. Si bien sigue en el G-20, grupo de las economías más avanzadas, ya no se encuentra entre las 20 economías más importantes y está camino al autoaislamiento.

Una de las respuestas lógicas es que la riqueza de los países fue cambiando, antes un país era rico cuando tenía vastas extensiones de campo para desarrollar la agricultura y gran cantidad de materias primas, pero desde la cuarta revolución industrial las economías que más crecen están vinculadas al conocimiento y al desarrollo tecnológico.

El cambio económico fue fundamental, pero sin duda el cambio más trascendental se dio desde el ámbito político; pero: ¿por qué es importante para nosotros como bolivianos entender qué pasó con la Argentina?

Por dos razones, la primera tiene que ver con nuestra cercanía geográfica y el daño que le hace a nuestra industria la constante devaluación de su moneda y las repetidas como frecuentes convulsiones económicas.

Pero también porque nuestra admiración colectiva hacia la Argentina y sus ídolos, hace que tengamos muchas similitudes políticas, no sólo en términos ideológicos, sino sobre todo en desafíos comunes, lucha contra la corrupción, aparato estatal en constante crecimiento, fascinación colectiva por los caudillos, etc.

Al igual que la Argentina, nosotros también nos hemos ido adormeciendo y dejando con las injusticias, pero sobretodo con la corrupción. ¿Saben por qué? Porque el populismo nos ha penetrado; “el mayor éxito del populismo en estas décadas es haber inyectado en el sistema sanguíneo, el virus de la resignación: no esperar nada y no desilusionarse cuando nada ocurre”, lo describe a la perfección, Mauricio Macri, ex presidente argentino en su autobiografía “Primer Tiempo”.

Pero ¿cómo una sociedad tan pasional y movilizada como la Argentina, se puede quedar tan tranquila con índices de pobreza del 25% de su población? Porque sus políticos gobiernan mediante la siguiente ecuación (continúo citando al ex presidente Macri): “El peronismo lo tiene claro: su perilla está en cambio cero, gobernabilidad cien. Rara vez ponen en riesgo los privilegios de los propios o de los que tienen alrededor o de quienes los apoyan”

Nuestros políticos interpretan que el voto popular es una especie de carta libre para gobernar, solo se esfuerzan en generar consensos con sus adeptos y negociar con sus grupos o movimientos sociales, pero nunca cruzan el umbral de candidato para convertirse en autoridad, donde su mandato los obliga a trabajar en beneficio de propios y extraños. Esa gobernabilidad se basa en escuchar a todos.

Con sus aciertos y errores, Macri mostró una vocación de escucha no sólo al interior de su país: “Resolver nuestras diferencias por Malvinas (Inglaterra) va a llevarnos tiempo, pero jamás podremos avanzar un centímetro si la estrategia es tan solo un monólogo de nuestras razones. El dialogo requiere de dos. Y para ser escuchados también tenemos que escuchar a todos los que tengan algo relevante para aportar en esta cuestión”.

Esta estrategia, ¿nos servirá para reencaminar la relación con Chile?, intentamos todo menos un diálogo franco y abierto, nos peleamos, dejamos de tener relación formal, fuimos a La Haya y no logramos nada, incluso retrocedimos. Pero la capacidad de escucha debe comenzar por casa, donde no sólo debemos escuchar al que aprueba las políticas o votó al candidato ganador sino, sobretodo, al que crítica y no está de acuerdo. No solamente en búsqueda del voto en la futura elección, sino para lograr una sana gobernabilidad. Por eso debemos entender su análisis y darle una solución integral al problema en cuestión, eso transformará a nuestros gobernantes de simples políticos en grandes estadistas.

Pero nuestra mayor coincidencia con la Argentina, está en nuestra tolerancia a la corrupción, toda la sociedad vio volar bolsos de dólares en un convento en Buenos Aires, como todos vimos los casos de corrupción de los ítems fantasma en Santa Cruz, caso respiradores, gases lacrimógenos y el más grande de todos; “Fondo Indígena” donde la fiscalía boliviana detectó malos manejos por US$6,8 millones, la interventora del Fondo Indígena, Lariza Fuentes, informó que el daño económico podría alcanzar los US$14,9 millones. Estos casos nos muestran que la corrupción está en ambos lados del espectro político, no es culpa de la derecha, tampoco es exclusividad del MAS, es parte de la forma como funciona nuestro estado; es tan corrupto que es la única forma de trabajar que conoce el estado boliviano.

El paso de Macri por el poder no fue el cambio esperado, talvez porque en 4 años y con minoría parlamentaria era tarea imposible cambiar una forma de hacer política que venía arraigada hace 50 años, pero sí fue claro y valiente al decir lo que nadie más se anima a proyectar: “la lucha contra la corrupción y a favor de la transparencia es parte del camino hacia el estado de derecho. Un estado opaco e inescrutable, que restringe la información sobre sus procesos y funcionarios, no puede ser considerado un estado verdaderamente democrático, aun si sus gobernantes fueron elegidos en elecciones libres y los otros poderes tienen un funcionamiento razonable”.

Macri nos deja esta reflexión de su paso por el poder; “no lo olvidemos nunca: el populismo pregona el sometimiento y se alimenta de la resignación”. ¿Les suena familiar? Como sociedad ¿estamos adormecidos? Los últimos escándalos de la justicia y los casos de corrupción tan recurrentes, nos confirman este adormecimiento, en otras circunstancias nuestra presión y respuesta como sociedad hubiera sido distinta, una que asustara al poder político vigente. Al final en un contexto de alta impunidad no basta con ser probo, sino que debemos ser intolerantes con la corrupción para que los jugadores (políticos) sientan la presión y repudio.

 

Alejandro Castellanos Pinell

Cientista Político, Universidad del Salvador (Argentina)

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