Al acercarnos al 8 de marzo resulta imperante reflexionar sobre los avances, acciones y barreras que enfrentamos las mujeres en el liderazgo. Aunque hemos avanzado, seguimos siendo una minoría en muchos sectores. Esta realidad refleja no solo una falta de oportunidades, sino también desigualdades estructurales que persisten en nuestra sociedad, más en países que culturalmente han naturalizado que los puestos de toma de decisión están ocupados por hombres.
Una de las principales barreras es la brecha salarial, en Bolivia las mujeres ganan en promedio un 30% menos que los hombres, según datos del INE u OIT. Además, muchas mujeres siguen asumiendo una carga desproporcional en las responsabilidades del hogar y el cuidado de los menores de edad, familiares de la tercera edad o movilidad reducida; esta realidad fue muy evidente en la época de la pandemia, lo que limita el tiempo para el desarrollo profesional, la vuelve una malabarista entre el equilibrio de su vida productiva y reproductiva.
Las políticas públicas juegan un papel crucial para cambiar esta situación. En nuestro país la Ley 348 para garantizar a las mujeres una vida libre de violencia, un paso importante hacia la protección y el empoderamiento, pero ¿Es suficiente? Necesitamos leyes que se implementen efectivamente y se complementen con acciones concretas.
En el ámbito internacional, la Convención de Beijing +30 nos recuerda la importancia de la cooperación global para cerrar las brechas de género, que, por cierto, se vence este año. A través de la colaboración y el intercambio de buenas prácticas, podemos avanzar hacia un mundo donde las mujeres tengamos las mismas oportunidades de liderar y contribuir al desarrollo de nuestras sociedades de manera igualitaria.
La participación activa de las mujeres en el liderazgo no es solo una cuestión de justicia, sino también una necesidad para construir un futuro sostenible para todas y todos, que reduzca las brechas de pobreza, participación en espacios de poder y que al final, las mujeres no tengamos que decidir entre nuestros roles, pues se ha construido una sociedad donde las tareas del hogar y los espacios de toma de decisiones son compartidas entre mujeres y hombres.
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