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Bolivia: La permanente campaña electoral

Es el caballito de batalla que mantiene alta cierta popularidad del caudillo cocalero, pero esa es otra historia, aunque el futbolista crea que está metiendo goles desde la media cancha. Amanecerá y veremos.


Lunes 12 de Junio de 2017, 6:15pm






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El presidente Evo Morales comienza generalmente su jornada de trabajo a las 5 de la mañana. Nadie sabe a qué hora se acuesta. La mayor parte de los jefes de Estado, lo primero que hacen en las mañanas, es recibir un informe de prensa. Es la mejor manera de tomarle el pulso a la opinión pública.

Son muy pocos los presidentes que comienzan sus jornadas leyendo diarios o escuchando los informativos matutinos de radio y TV, porque el tiempo les apremia y tienen mucho que hacer. Pero Morales aparentemente no hace nada de eso y tampoco hay quién le informe. Quizás por eso sus tuits son desesperantes. …Llamar “presidenta” a la canciller alemana Angela Merkel…

Para lo que le sobra tiempo a Morales es para discursear y viajar en permanente campaña electoral. Aprovecha el cuasi monopolio que ha construido en los medios para ser escuchado y visto en cuanto acto oficial se le ocurra, inclusive jugando al fútbol con transmisiones de radio y TV incluidas, al costo del bolsillo de los contribuyentes.

Mientras viaja, juega y discursea ¿quién gobierna Bolivia? Esta es la pregunta que hice a varios colegas en La Paz y la respuesta me dejó estupefacto: “El”. ¿Será verdad? Hace tiempo que el que mandaba políticamente era el vice Alvaro García Linera, hasta “aclarando” las cosas que decía o quería decir su jefe.

Eso ya no va más. En materia económica quien hace y deshace desde hace 11 años es el ministro Luis Arce Catacora, un supuesto “genio” de las finanzas que hasta se construyó un palacio manejando presupuestos como los que jamás tuvo Bolivia en su era republicana.

Los millonarios regalos del dictador venezolano Hugo Chávez sirvieron para tener tranquilitos a los militares. Los altos capos, además, tienen asegurado que al cumplir sus años de reglamento, serán premiados con una embajada, aunque estén investigados por corruptos, como acaba de suceder con el general Juan Gonzalo Durán.

Los chavistas tienen un pequeño ejército de funcionarios en su embajada y obviamente no están allí para proteger los intereses de los pocos venezolanos residentes. Son los asesores del régimen, los que verdaderamente gobiernan y los que a su vez están vigilados por el G2 cubano, el sostén de la inteligencia y contrainteligencia del régimen.

Por todo esto es que Morales, no como el presidente de un país soberano, sino como un obsecuente discípulo se amargó ante el cadáver de Fidel Castro, admitiendo que se quedaba “huérfano”. Hace pocos días hizo casi lo mismo ante Nicolás Maduro jurándole lealtad como “chavista”, contra el 68% de la opinión pública boliviana que detesta al tambaleante dictador, asesino estas semanas de 67 estudiantes.

Todos los actos de Morales son publicados en la prensa de Bolivia, porque forman parte de su denodado esfuerzo por conseguir ilegalmente su nueva postulación para las elecciones del 2019. No hay obra, por pequeña que sea que alcalde alguno se anime a inaugurar sin la presencia de Morales. “Evo es el Cristo resucitado”, clama sin rubor García Linera, como si esperara que por milagro aparezcan líneas férreas para los vagones ya comprados de un tren.

Pero lo que mantiene obnubilado al pueblo boliviano es la permanente lucha de Morales contra el gobierno chileno y el justo reclamo de una salida soberana al mar. Es el caballito de batalla que mantiene alta cierta popularidad del caudillo cocalero, pero esa es otra historia, aunque el futbolista crea que está metiendo goles desde la media cancha. Amanecerá y veremos.

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