Marzo 28, 2024 [G]:

Comprendamos a los niños

Los adultos pensamos como adultos y hemos dejado de comprender la infancia que una vez fue nuestra


Miércoles 21 de Abril de 2021, 12:45pm






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Entre el 16 y el 19 de abril los medios de comunicación informaron sobre tres casos de brutalidad contra menores de edad, en los hechos sucedidos en Achacachi y Apolo las víctimas murieron a manos de sus padres biológicos, en el caso sucedido en Santa Cruz, un médico fue cautelado por haber golpeado a su hijastro de 11 años causándole un impedimento de siete días. No es mi intención ingresar en un análisis legal o estadístico sobre lo sucedido, tampoco repetir lo dicho en una nota anterior respecto a la ausencia del Estado frente a la violencia que se ejerce contra la mujer y los niños, lo cierto es que convivimos a diario con ella y mucho de lo que sucede en los hogares bolivianos no llega a conocimiento de las autoridades ni de la población, por ello deseo compartir una breve reflexión sobre nuestra manera de comprender a los niños.

Vivimos tiempos complejos en los que el mundo gira a un ritmo acelerado que exige a los adultos responder a nuevas necesidades básicas que antes no existían como una buena conexión de internet, a ello se suman los efectos de la pandemia que generaron una crisis económica y educativa junto a nuevos niveles de caos reflejados en el aumento del comercio informal como alternativa frente al desempleo y en el encierro que afecta en gran medida el sano desarrollo de los niños. Las preocupaciones de los padres frente a las dificultades económicas han incrementado los índices de violencia doméstica, pero, como se dijo, no es algo nuevo. En este punto conviene que nos formulemos una pregunta: ¿qué puede entender un niño sobre las necesidades, las obligaciones o el estrés?

Es cierto que existen muchos niños trabajadores, pero incluso en esa situación, su percepción va de acuerdo a su desarrollo que se alimenta de una curiosidad natural y un carácter lúdico propios de su edad. En 1936 el reconocido escritor y empresario norteamericano Dale Carnegie publicaba Como ganar amigos e influir sobre las personas, un libro que ha vendido más de 15 millones de copias y que contiene un pasaje que acompaña esta reflexión, un padre le habla a su hijo dormido sobre el remordimiento que siente por su comportamiento, por haberlo regañado constantemente por cualquier motivo: 

Escucha, hijo: voy a decirte esto mientras duermes (…). He entrado solo a tu cuarto. Hace unos minutos, mientras leía mi diario en la biblioteca, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba. Culpable, vine junto a tu cama.

Esto es lo que pensaba, hijo: me enojé contigo. Te regañé cuando te vestías para ir a la escuela, porque apenas te mojaste la cara con una toalla. Te regañé porque no te limpiaste los zapatos. Te grité porque dejaste caer algo al suelo. Durante el desayuno te regañé también. Volcaste las cosas. Tragaste la comida sin cuidado. Pusiste los codos sobre la mesa. Untaste demasiado el pan con mantequilla. Y cuando te ibas a jugar y yo salía a tomar el tren, te volviste y me saludaste con la mano y dijiste: " ¡Adiós, papito!" y yo fruncí el entrecejo y te respondí: "¡Ten erguidos los hombros!" (Carnegie: 1936)

 

Para muchos de nosotros estas situaciones son familiares, vivimos corrigiendo a los hijos sin considerar que no actúan así para molestarnos. Los adultos pensamos como adultos y hemos dejado de comprender la infancia que una vez fue nuestra y que hoy persiste en nuestros hijos, y cuando en muchas ocasiones queremos estar en paz rechazamos compartir un juego con ellos, darles unos minutos sacrificando nuestro descanso.

El padre arrepentido de Carnegie trata de explicar su actuar ante su hijo dormido, le habla de lo bello de su carácter, de la manera en que su pequeño corazón lo impulsa a correr a besarlo y arrodillado le pide que lo perdone prometiéndole que desde el día siguiente será su compañero, sufrirá con él cuando sufra y se morderá la lengua para no herirlo con palabras impacientes o reproches innecesarios.

Es necesario comprender que la infancia es corta, que los niños se harán adultos y muy probablemente los roles se inviertan en determinado momento de nuestras vidas, Carnegie concluye expresando que en lugar de censurar a la gente es necesario tratar de comprenderla, de imaginar por qué hacen lo que hacen.

De vuelta a nuestra actualidad, cada vez que nos enteramos de un hecho violento como los de estos últimos días nos llenamos de enojo, pero en verdad ¿somos capaces de actuar sin violencia hacia nuestros hijos? Probablemente sí, pero yo me atrevo a decir que en muchas ocasiones se nos va la mano en correcciones, en levantar la voz o en ignorar su presencia, actitudes que deben cambiar porque nos perdemos la etapa más importante de una vida que cuidamos pero que no nos pertenece. Comprendamos a los niños porque un día ellos también tendrán que comprendernos a nosotros.

 

 

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