Justo cuando el planeta hacía esfuerzos para salir de la severa crisis socioeconómica derivada de la pandemia del Covid-19; cuando se empezaba a avizorar en 2021 una recuperación; cuando los organismos internacionales pronosticaban una ralentización del ritmo de crecimiento para el 2022 y 2023, se produce el conflicto bélico Rusia-Ucrania, lo que impactará sobre la economía mundial, y Bolivia no será la excepción.
En el mundo globalizado en que vivimos lo que pasa en un lugar genera efectos directos e indirectos -positivos y negativos- para el resto y, el canal de transmisión es el comercio internacional. La invasión rusa a Ucrania ha empezado ya a tener efectos negativos sobre las bolsas que, en la generalidad de los casos, han caído afectando, principalmente, a las empresas rusas cuyas acciones se han derrumbado hasta en un 50%.
De dilatarse el conflicto en el tiempo; de profundizarse la magnitud del mismo; si más países se suman a la conflagración o se ahondan las sanciones contra Rusia, ello afectará más a la alicaída economía mundial, aunque algunos podrán salir ganadores a partir de esta conflagración internacional, tal el caso de los sectores de energía, minerales y alimentos, siendo que sus precios están aumentando como activos de refugio o por las leyes del mercado.
Bolivia, por ejemplo, podría beneficiarse de la subida del precio de los alimentos, como la soya, siempre y cuando no sigan las restricciones a la exportación; entonces se aprovecharía de los altos precios (más de $us 600 la tonelada del grano con entrega a marzo), pero si los cupos y la tramitología persisten, otros serán los que se beneficien, igual que en 2021, cuando el país dejó de ganar entre $us 600 a 700 millones por no contar con nuevos eventos biotecnológicos para aumentar un 50% el rendimiento de la soya en beneficio de nuestros agricultores y la economía del país.
Por el contrario, la subida del precio del trigo podría costarle más a Bolivia, al ser dependiente de la importación de dicho grano y la harina de trigo.
La subida del petróleo (el barril superó los $us 100 por el conflicto) podría ayudar a Bolivia a obtener más divisas por la exportación de gas al Brasil y Argentina, siempre que haya más volúmenes disponibles; sin embargo, esa misma subida implicará un mayor costo para la importación de diésel y gasolina (en 2021 Bolivia exportó hidrocarburos por $us 2.343 millones e importó combustibles y lubricantes por 2.211 millones).
La subida del precio del oro, como activo de refugio, y de otros minerales (cobre, zinc, plata), podrá beneficiar al país, siendo que el 54% del valor exportado en 2021 se dio en este rubro. ¿Cómo impactará esta confrontación a las relaciones comerciales bilaterales con los países inmersos en el conflicto?
Las exportaciones de Bolivia a Rusia no eran significativas hasta 2021, cuando se logró un récord por $us 13 millones, destacando el carbonato de litio con $us 4,4 millones; carne y despojos de bovino por cerca de 3 millones; óxido de antimonio por 2 millones y castaña por 1,9 millones. Bolivia vendió a Rusia 23 productos, pero le compró más de 400 por un valor de $us 68 millones, destacando: gasolina por 15 millones; alquitrán por 10,5 millones; diésel por casi 10 millones, sulfato de cobre y urea, cada uno por 5 millones.
Con Ucrania el intercambio es marginal: el pasado año Bolivia le exportó $us 570.000 y apenas cuatro productos (maní, café, castaña y fueloil), pero compró 177 bienes por casi $us 11 millones, destacando las barras de hierro (9 millones), derivados nitrados y cigarrillos.
Ciertamente, el intercambio de todos los países con Ucrania y Rusia se verá afectado, ya sea por los castigos al agresor o por las dificultades para comerciar, pero, más allá de cualquier pérdida económica, la mayor pérdida será, una vez más, las vidas humanas que se empiezan a segar ya, algo que no tiene precio.
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