Abril 25, 2024 [G]:

El amigo fuego


Viernes 28 de Enero de 2022, 1:15pm






-

La mañana del 27 de enero, escuché la escala cromática aguda que emite la flauta de baquelita que es soplada del tono más bajo al más alto de un tirón. Este sonido anuncia que el afilador de cuchillos y tijeras ha llegado. Pensé que esa melodía había desaparecido para siempre de la ciudad, toda vez que ahora en los supermercados te ofrecen un montón de artilugios para afilar los instrumentos que usamos en la vida cotidiana. Un cuchillo mut’u, condición que no tiene traducción en castellano pero que remite a la inutilidad del metal para acondicionar los alimentos: no se puede cortar la carne en trozos pequeños, tampoco preparar la verdura, pelar las papas, mondar las frutas con cáscaras y cortar en juliana las cebollas. Hubo casos en que estos cuchillos cebolleros afilados, fueron usados para ensartar a más de un amante celoso y abusivo.

Este sonido me hizo saltar de la cama y pedirle a la dueña de mi corazón y mis ingresos que le diera trabajo al afilador para que yo pudiera hablar con este mítico personaje de mi infancia, pero no fue posible: ella tenía su afilador ACME comprado a través de Amazon o algo así. Recordé otro pregón desaparecido, esta vez emitido por la voz que decía :- Pa’ soley, P’a soley. Anuncio eliminado por la sociedad de consumo que desecha las ollas agujereadas de fierro enlozado chino, o las de aluminio, ennegrecidas por los aceites y sus azotes cotidianos con el fuego de las cocinas.

Ambos sonidos eran familiares y provocaban la felicidad de los niños y llokallas de mi conventillo, era una fiesta cuando las madres y abuelas sacaban sus armas de las cocinas para hacer soldar los huecos y afilar los instrumentos mellados por el trabajo diario.

El afilador llegaba con su gran rueda en la que estaba instalada otra pequeña de esmeril que giraba por el impulso de su pie derecho, mientras con sus manos manipulaba las tijeras y los cuchillos. La algarabía era cuando las chispas salían como de un volcán y nos parecía que el afilador era un mago.

 La llegada del soldador era acogida en otro escenario, este requería de un tiempo de preparación. Generalmente el soldador tenía su overol ennegrecido como olla y también su cara. Tenía una pequeña caja de hojalata en la que estaban recluidas en un compartimiento las brasas al rojo vivo. Ante la fila de ollas de todo tamaño y color, como un pequeño batallón de cascos viejos de las batallas culinarias, sacaba su pu’saña (un tubo para soplar y animar las brasas) y colocaba su cautín, previamente limpiado en una cera y lo asentaba sobre el fuego; entonces empezaba la magia y el griterío: el soldador sacaba un trozo de estaño como melcocha, colocaba la punta en la herida y con el cautín lo derretía para taparlas y volverlas útiles otra vez, echando agua para probar y mostrar a las dueñas de los cacharros.

Cuando estas visitas tardaban mucho, jugábamos al afilador y soldador, ocasionando, más de una vez, pequeños incendios y la destrucción de tijeras marca Cañon que eran muy apreciadas. Queríamos sacar chispas y soldar con fuego cualquier objeto y los quimsa charañi eran los que sacaban chispas en nosotros.

En estos afanes nunca participaban las niñas e imillas con sus pechos prematuros que nos llamaban la atención. Nos miraban de lejos, indiferentes a la magia. Se agolpaban entre ellas y sus risitas se escuchaban en el patio con pila al centro, mientras nosotros avivábamos pequeños incendios, usando nuestras manos como pu’sañas.

De adulto, note en las parrilladas, que el fuego  las hacen los varones y las mujeres la ensalada que siempre sobra. No se acercan al fuego, es tarea de hombres. En cambio, el fuego de una vela convoca a la intimidad y nos gusta contar historias; su calorcito nos acerca y fascina. A ese fuego se acercan las mujeres porque les da seguridad.

El barón de Keserling, autor de Meditaciones sudamericanas, dice lo siguiente:”( …) la mujer  y no el hombre quiere, en primer lugar, seguridad.”  Además, asegura que a ella le gusta poseer y al hombre usufructuar, que esta confrontación atávica no se ha resuelto. ¿Será?

///

.