Sorprendido él mismo de su enorme victoria electoral, con un caudal de votos como jamás nadie alcanzó en la era republicana, Evo Morales no parecía tener idea de lo que es ser presidente de Bolivia en los primeros días de enero de 2006. Los historiadores solo tendrían que buscar en las hemerotecas las entrevistas que le hicieron.
Una de sus declaraciones más notables fue que no necesitaría edecanes ni escolta militar. Todavía más, dijo que no usaría la Casa Presidencial de Irpavi y que viviría en su humilde cuartucho de una casa de un barrio popular.
Morales odiaba a los militares a los que culpaba de las represiones a sus sindicatos cocaleros a los que representa desde los años 80. Seguramente le hicieron ver la inconveniencia de esa decisión y en sus primeros meses aceptó edecanes de la policía. Pero, lo primero que hizo al asumir el cargo fue descabezar a las dos promociones naturales en los mandos militares.
“Pueda que sea ilegal, pero yo le meto nomás. Para arreglarlo están los abogados, para eso han estudiado”, dijo impávido. A pesar de su holgado triunfo con un 53.6% del caudal electoral, el caudillo (sigue siendo líder de las federaciones de productores de coca del Chapare) se ganó las simpatías del mundo gracias al aparato propagandístico del Foro de Sao Paulo y el socialismo del Siglo XXI. El “pobre indiecito” (como lo presentaba el sátrapa venezolano Hugo Chávez) se dedicó a recorrer algunos países europeos. Sus interlocutores lo recibían entre admirados y curiosos. Por esos días se filtró la conversación con un mandatario europeo en la que éste, como gesto de buena voluntad, le dijo que condonaría la deuda a Bolivia. Supuestamente Morales creyó que le ofrecía un préstamo y le dijo: ¿Por cuánto es y cuándo nos lo envían?
Obviamente, luego que el G2 cubano y la inteligencia venezolana cumplieron su misión de escoltas, Evo apeló nuevamente a los militares, a los que se los metió en los bolsillos con millones de dólares que le envió Chávez so pretexto de que lo destinaran a la refacción de sus cuarteles en todo el país, algo que no ocurrió y por eso hay generales enjuiciados por malversación.
También se fue a vivir a la Casa Presidencial. Aunque al principio dijo que era muy grande para él y quiso que se mudaran también las familias del vicepresidente y el ministro de Gobierno.
El régimen de Morales cometió tantos yerros que en otras circunstancias no hubiera durado lo que un suspiro, pero ya lleva 12 años y aspira a gobernar hasta el 2025 violando la Constitución y desconociendo el resultado del referendo del 21 de febrero de 2016 que le rechazó la pretensión de eternizarse en el poder. ¿Por qué dura tanto este gobierno? Por la suerte que tuvo al llenarse las arcas fiscales como jamás vio Bolivia en su era republicana, debido al descomunal alza de los precios de las materias primas entre el 2003 y 2013.
Con los ingentes recursos, el régimen asesorado por cubanos y venezolanos, se embarcó en multitud de proyectos, muchos de los cuales son hoy esqueletos. Una planta de urea de casi $1.000 millones está casi paralizada, lo mismo que un ingenio construido donde no hay caña de azúcar. La corrupción es tan brutal, que solo en el Fondo Indígena sus conmilitones hicieron desaparecer más de $650 millones.
En lugar de construir hospitales, se construyeron 1.250 canchas con césped sintético. Pero la guinda de la torta es un nuevo Palacio de Gobierno de 29 pisos que a un costo de $34 millones estrenó Morales el 9 de agosto.No solo tendrá un despacho a todo lujo en el piso 13, sino que en el 14 contará con una suite de 1.063 mts2 con gimnasio, sauna, jacuzzi, salas de masajes y de lectura.
Muchos piensan que Evo y sus seguidores quieren perpetuarse en el poder para no rendir cuentas ante la Justicia, pero quizás es porque le han hallado gustito a las comodidades de nuevos ricos. ¿O no?
(*) Hernán Maldonado es periodista. Ex UPI, EFE, dpa, CNN, El Nuevo Herald. Por 43 años ha sido corresponsal de ANF de Bolivia.