La llegada del COVID 19 ha planteado un desafío sin precedentes para la comunidad científica internacional, misma que no solo ha trabajado bajo la mirada y presión de global, sino en base a una colaboración nunca antes vista. Si bien en sus inicios, la pandemia fue exclusivamente un problema de salud pública, hoy se ha convertido en un problema de comunicación, pero sobretodo de información.
Para la comunidad científica sin duda su caballo de Troya ha sido un hecho inesperado; una inminente crisis de confianza y credibilidad. Antes, lo que la comunidad científica publicaba o comprobaba no tenía discusión o cuestionamiento, pero hoy todo es sujeto de interpretación y valoración, ¿esto es algo nuevo o tenemos algún antecedente?
La respuesta la tiene Greta Thunberg, si la joven activista medioambiental sueca, pero ¿qué tiene que ver ella con todo esto? Déjenme contarles su historia:
Greta, como muchos otros jóvenes europeos, empezó a aprender de forma autodidacta sobre el cambio climático cuando apenas tenía ocho años, y mientras más investigaba sobre las especies en extinción o sobre el colapso de nuestros glaciares, más se obsesionaba con esta problemática.
Pero mientras más avanzaba su búsqueda, más se acercaba a lo que la comunidad científica tenía que decir: “si actuamos de forma radical ahora mismo, reduciendo las emisiones en un 15% al año en los países ricos como Suecia, la posibilidad de que su generación y las que vinieran pudieran tener un futuro seguro, aumentaría drásticamente”.
Con esta información parecía lógico que los países y sus líderes iban a actuar sin reparos, pero el tiempo pasó y no sucedió, Greta recibió los 11 años sumida en una depresión, dejó de hablar y comer. Con el tiempo, le diagnosticaron mutismo selectivo, un trastorno obsesivo compulsivo y una forma de autismo antes conocida como síndrome de Asperger.
Leyendo el libro; “En llamas, un enardecido argumento a favor de nuevo gran acuerdo climático” de Naomi Klein, podemos entender el camino que llevó a esta niña a poner el tema del cambio climático de nuevo en el debate global.
En un pasaje del libro explica cómo su condición médica hizo que ella centrara “su imperturbable atención a la crisis climática, se sintió completamente abrumada y totalmente incapaz de protegerse del miedo y la tristeza”. En resumen, ella no puede comprender cómo si la comunidad científica, experta en el tema, ha pronosticado escenarios futuros catastróficos, basados en estudios y constataciones empíricas, al parecer nadie parece inmutarse a excepción de ella que por su condición y forma de ser ha llegado a enfermarse ante la pasividad global.
La pregunta es si no llegan los datos de la comunidad científica a la población, o si la comunidad científica ya no tiene la credibilidad necesaria para imponerse a los intereses políticos y/o económicos.
En base a una recopilación de datos científicos, realizados por National Geographic, “26 datos para entender la realidad del cambio climático” publicado el pasado 2 de noviembre “los científicos afirman que los niveles de CO2, que, como gas de efecto invernadero atrapa el calor y provoca el calentamiento global, son ahora comparables a los de la era del Plioceno, hace entre 4,1 y 4,5 millones de años, cuando el nivel del mar era unos 24 metros más alto que el actual”.
Para entenderlo mejor, “desde 1850, las actividades humanas han aumentado en un 48% las concentraciones de CO2. Antes, fueron necesarios 20.000 años para aumentar en esta magnitud los niveles de forma natural”
Incluso hemos llegado a tener en julio pasado el “mes más caluroso jamás registrado desde que se iniciaron los registros hace 142 años”; pero ¿tal vez no nos alarmamos porque no entendemos el impacto que este calentamiento va a generar en nuestras vidas?
Pero tal vez esos son datos parecen lejanos o incluso efímeros para los bolivianos, pero con seguridad este dato nos dará que pensar: según El Índice de Riesgo Climático Global de Germanwatch, que indica el nivel de exposición y la vulnerabilidad a los fenómenos climáticos extremos que los países deben entender como una advertencia para estar preparados para eventos climáticos más frecuentes y / o más severos en el futuro nos posiciona en el Top 10 de países más afectados por los efectos devastadores que genera el cambio climático.
Al final, como sociedad, deberíamos comenzar a creer cada vez más a la comunidad científica y sus investigaciones, y seguramente cada vez menos a los políticos en época de campaña electoral.
Alejandro Castellanos Pinell
Cientista Político, Universidad del Salvador (Argentina)
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