Mayo 16, 2024 [G]:

La satanización del servicio público

¿Es malo ser masista y trabajar en el gobierno? No. Lo malo es no ser masista, laburar en el gobierno y traicionar al Estado. Planteo este razonamiento debido a que la oposición política y mediática se ha dedicado a satanizar a los masistas que trabajan en el gobierno, como si se tratará de un pecado mortal, pretendiendo que quienes deberían laburar tienen que ser ángeles sin sexo.


Viernes 29 de Diciembre de 2017, 9:15am






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¿Es malo ser masista y trabajar en el gobierno? No. Lo malo es no ser masista, laburar en el gobierno y traicionar al Estado. Planteo este razonamiento debido a que la oposición política y mediática se ha dedicado a satanizar a los masistas que trabajan en el gobierno, como si se tratará de un pecado mortal, pretendiendo que quienes deberían laburar tienen que ser ángeles sin sexo.

Este extremo, es un elemento de ataque de la oposición a la consecuencia ideológica que el Movimiento Al socialismo ha enarbolado desde el 2006, marcando una diferencia importante entre lo que fue el funcionario público en los tiempos neoliberales y los actuales, los servidores públicos.

La derecha mediática, los viejos actores periodísticos, se empeñan en olvidar, cómo el pueblo protestaba contra los funcionarios del aparato estatal, que lejos de entender a quienes se debían, actuaban en consecuencia con sus líderes políticos obrando con un alto grado de prebendalismo y corrupción, siendo esas justamente, las razones para buscar un cambio de actitud en ellos, para que trabajen en el Estado con otra mirada, una que se comprometa con el proyecto político y que asuma un mayor grado de compromiso, como el de trabajar más allá de lo que estipulan las normas y reglamento, pensando siempre que cualquier esfuerzo, por mínimo que sea, fortalecerá el crecimiento de la patria.

Para quienes hemos tenido la oportunidad de trabajar en la esfera pública, sabemos que el compromiso no acaba marcando la tarjeta o poniendo el dedo en el biométrico, sino que empieza, entregándose a una labor no solo en el área en la que se trabaja, sino también política, que exige una constante formación ideológica, no solo entendiendo los profundos cambios que vive el país, también preparándose para defenderlos, como asumiendo prácticas descolonizadoras, desde aprender un idioma nativo hasta censurar todo acto de racismo.

Claro está que no todos piensan así, hay de los otros, que atentan contra toda falta ética, al convertirse en una especie de enemigos internos, asumiendo la identidad y rol del viejo Estado, “El país tranca”. Paradójicamente, convertidos en héroes y víctimas por los medios opositores, cuando supuestamente denuncian atropellos a su dignidad laboral, al declarar como si se tratará de un pecado mortal, que salieron a las calles a difundir los logros del Proceso de Cambio, en otras palabras a “hacer política”. Desde mi experiencia, estos compañeros suelen ser los que menos laburan, los que más “peros” le ponen a todo y no se actualizan en su formación académica.

A lo largo del tiempo en el que he laburado en el Estado, he conocido y formado grandes amistades con compañeros y compañeras, que más allá del servicio público, no se cansan de aportar al Proceso de Cambio, de defenderlo, a la medida de sus posibilidades, desde compartir una imagen del Presidente Evo en sus redes hasta salir a las calles, asumiendo política y públicamente el masismo al que nos adscribimos y repelar así la discriminación a la que estamos siendo constantemente sometidos, no solo por apoyar a Evo, sino por trabajar en el gobierno, como si este hecho fuera inaceptable para el micro cosmos opositor.

Grupo etéreo y banal que no solo niega su origen neoliberal, sino que pretende hacernos creer que los servidores públicos no podemos pensar, sentir, hacer política, que debemos ser robots, que no pueden siquiera votar, menos ser hinchas de un equipo, porque el Estado tiene que volver a ser esa maquinaria depredadora de carne que trituraba personas para enriquecer a las transnacionales que corrompían a sus socios eventuales, encaramados en el poder gracias a una democracia pactada antes que a la legitimación del triunfo por mayoría. Así están los medios y políticos opositores, esperando a que un servidor público salga a la calle, camine, tenga la mala fortuna de pisar un chulupi, para denunciarlo como un “masista asesino”. Ángeles no somos, tampoco demonios, sencillamente masistas y a mucha honra.

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