Enero 05, 2025 -H-

Sinceramente; te leo, pero no te creo

Lamentablemente, queda claro cómo llegamos hasta este punto, el desafío y la pregunta sin respuesta es ¿cómo salimos y superamos esta crisis de la información?; mejor dicho, esta crisis de la intolerancia política.


Lunes 31 de Enero de 2022, 9:45am






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Hoy en día las sociedades están más polarizadas que nunca, incluso más que en la época de la guerra fría cuando el mundo estaba partido en dos, entre EEUU y la Unión Soviética, entre el libre mercado y el estado, entre el capitalismo y el comunismo.

Pero cómo puede ser que estemos tan enfrentados como sociedad, cuando vivimos una época maravillosa en cuanto al acceso al conocimiento, información, avances científicos y conexiones a pesar del tiempo y la distancia. Justamente cuando pensamos que estamos más conectados gracias a las redes sociales, es cuando más desconectados nos encontramos de quienes piensan distinto a nosotros.

El escándalo de Cambridge Analytica, una serie de investigaciones periodísticas que mostraron que la consultora adquirió de forma indebida información de 50 millones de usuarios de la red social en Estados Unidos, y su posterior análisis, pusieron en evidencia el caso de Facebook; su algoritmo predice nuestro comportamiento, se da cuenta de que queremos saber más de lo mismo y hace que nos sintamos cómodos con gente afín a nuestra forma de pensar, con el pasar del tiempo nos volvemos cada vez más intolerantes a ideas u opiniones que van en contraflecha y, sin darnos cuenta, dejamos en el olvido una característica de la democracia que es, antes que nada, ese debate de puntos de vista opuestos: el “gobierno por discusión”, por decirlo con John Stuart Mill.

Para reencontrarnos como sociedad debemos comenzar a salir de nuestro circuito de medios de comunicación, comunidades digitales, analistas, políticos, columnistas,  y comenzar a ver qué información recibe la gente qué piensa diametralmente distinto a nosotros. Al principio nos parecerá una pérdida de tiempo o incluso un despropósito, pero después aprenderemos que no somos dueños de la verdad, ese es el primer paso para reconciliarnos como sociedad.

Para predicar con el ejemplo, las últimas semanas me dediqué a leer el libro de la Vicepresidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, personalmente soy un admirador de la Argentina de antaño y un gran cuestionador de la decadencia en la que está sumergida, ya que su crisis no solo es económica o política sino sobretodo una crisis de valores que se refleja en los altos índices de corrupción. Hace unos días se publicó el índice anticorrupción anual realizado por la ONG Transparencia Internacional, donde la Argentina retrocedió 18 puestos para ubicarse en el  número 96 entre 180 países; consiguió 38 puntos de los 100 posibles y no logró superar la media global, ubicada en 43 puntos.

El sumergirme en la lectura me ayudó a entender mejor el pensamiento de la izquierda argentina y latinoamericana en general:

Gran importancia a lo simbólico; Cristina relata que “cuando en marzo de 2006 nos visitó la reina Beatriz de Holanda, nosotros le ofrecimos una recepción en los salones de la Cancillería. Nos explicaron que luego, como retribución, la reina ofrecería una fiesta al Presidente y a su gobierno en el Teatro Colón. Pero el Presidente…. no fue al Colon. Y tuve que ir yo”.

Ustedes se preguntarán el por qué del desplante del presidente Néstor Kirchner no solo a la Reina de los Países Bajos sino a la argentina Máxima Zorreguieta y su esposo Guillermo de Orange. Cristina cuenta que literalmente le rogó y obtuvo la siguiente respuesta: “Al Colón no voy a ir, no se los voy a pisar, no pienso ir ni loco al teatro de la oligarquía argentina, no les voy a dar el gusto. ¿Por qué tenemos que ir a lo que ellos levantaron como un templo propio?”. La respuesta de Cristina fue que “el Colón es una de las salas líricas más importantes del mundo y es nuestra”.

La respuesta de Cristina muestra una visión más amplia de la simbología de los lugares. Quienes piensan distinto podrían interpretar lo mismo para el caso boliviano: ¿por qué tenemos que ir a lo que ellos levantaron como un templo propio? Haciendo referencia a la construcción de la “Casa Grande del Pueblo” o la nueva Asamblea Legislativa, para romper con estas miradas mezquinas debemos encontrar una mirada política superadora que entienda que lo que se construye es del estado y no gracias a la bondad del gobernante sino fruto de los impuestos de las personas y empresas, tal vez ahí romperemos la maldición de nombrar a todas las obras a la memoria de los constructores.

Relación con los medios de comunicación; A lo largo del libro se puede ver una relación de amor/odio con los medios de comunicación. Al inicio tuvieron una estrecha relación con el conglomerado de medios más grande de su país: Héctor Magnetto y el Grupo Clarín. En varios pasajes del libro relata que en el primer gobierno de su marido se ve una relación estrecha con el medio, donde la cara visible del conglomerado tenía reuniones en la Quinta de Olivos con el presidente y sus funcionarios más allegados, ¿pero qué pasó?

La batalla política que se dio con el “campo” - en palabras de Cristina - convirtió a Clarín y La Nación en “brutales opositores” que desde ese momento no dejaron de atacarla no desde un ámbito político sino desde su condición de mujer.

Pero en otro pasaje del libro, cuenta que Néstor no quería crear el Proyecto “Futbol para Todos”, no porque no quería futbol gratuito para los argentinos sino “creo que la razón era porque, en definitiva, Néstor siempre pensó que en algún momento iba a poder recomponer la relación con Clarín. Entonces le parecía que sacarle el negocio del futbol era como extremar la guerra”.

Si bien Cristina asegura: “No creo en las sociedades de la unanimidad, me daría mucho miedo vivir en una sociedad en la que todos piensen igual. Además, creo que sería bastante aburrido”. Su afirmación se contradice con su accionar, en el relato se muestra el momento en que los medios de comunicación, por distintos motivos o intereses, promovieron una agenda contraria a la suya entraron en una batalla donde nadie ganó y ambas partes mostraron su peor versión.

Tienen una agenda; Si algo ha caracterizado a los gobiernos de izquierda latinoamericana y global en general, es que se han apropiado de todas las banderas de nuestra época: cambio climático, derechos colectivos, reformas constitucionales, reivindicaciones nacionales, temas que incluso pertenecían al liberalismo hoy se encuentran en el imaginario colectivo de la izquierda y en los discursos de sus líderes como el desarrollo económico.

Pero creo que la gran victoria de la izquierda Latinoamérica es haber ganado la moral, la moral entendida como que están del lado correcto de la historia y los intereses de sus sociedades, lamentablemente quienes pensamos distinto hoy somos mal vistos. A ojos de nuestra sociedad decir que eres liberal o demócrata cristiano te hace ver como una mala persona. ¿Porque? La respuesta está en que quienes representan políticamente a una opción contraria a la “izquierda latinoamericana” se camuflan para no verse tan contrarios a esta corriente política, acaban perdiendo el libreto y siendo víctimas de la impostura, dejando huérfanos de ideas y reivindicaciones a sus seguidores.

Para terminar esta introspección a la izquierda argentina me sorprendió que ya no suelen ocultar detalles de su vida personal sino por el contrario ya no tienen prejuicios en mostrar sus gustos, viajes y estilo de vida. Cristina habla de sus innumerables viajes a Disney en familia o de su fascinación por Nueva York. Fanática de Game of Trones y vecina del barrio porteño de Recoleta. Esto demuestra que el liderazgo de izquierda ya no está asociado con la miseria o pobreza, sino que disfruta abiertamente de una buena vida, mientras sus seguidores pueden vivir en condiciones diametralmente opuestas. Pero al ser los defensores de su sociedad o en tiempo de Marvel los superhéroes son infranqueables ante la crítica.

Al final no puedo negar que disfrute la lectura de la autobiografía de Cristina Fernández de Kirchner titulada Sinceramente, si bien la mayoría de los temas de los que habla no están sustentados en datos o hechos sino simplemente en su relato e interpretación, no hay que olvidar que una gran parte de la sociedad argentina vive a través de su relato. Pienso que la palabra polarización se queda corta para describir a nuestras sociedades, hemos llegado al punto de ver, pero sobretodo vivir, realidades paralelas, países distintos, está claro que la construcción de estas realidades paralelas se da en base a los medios de comunicaciones que vemos, los líderes que seguimos, hasta incluso los datos que decidimos tomar como verdaderos. Lamentablemente, queda claro cómo llegamos hasta este punto, el desafío y la pregunta sin respuesta es ¿cómo salimos y superamos esta crisis de la información?; mejor dicho, esta crisis de la intolerancia política.

Alejandro Castellanos Pinell

Cientista Político, Universidad del Salvador (Argentina)

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