The Strongest quedó fuera de la Copa Libertadores en segunda fase, sin atenuantes, ni posibilidad de quejas, ni reclamos. Si bien la frase suena como un pleonasmo por los términos tan repetitivos, no hay dudas en asentar la cabeza afirmando cada palabra y, es más, se pueden expresar muchos criterios de análisis, llegando nuevamente a repetir cada idea.
El Tigre perdió sus posibilidades de luchar por la clasificación al empatar con el Bahía 1 a 1 en La Paz la semana pasada. El resultado contundente de 3 a 0 en Salvador fue simplemente la confirmación de una nueva presencia en el torneo internacional, que quedará en el resumen de gestión como una participación más que acabó sin pena ni gloria.
Por un lado, se manifestarán comentarios destructivos, con la insolencia del hincha frustrado que necesita descargar su ira, arrasando con lo que pueda y se le venga encima. Por el otro, estará el conformista que aplica su política de: “no me importa”, “sabía que esto ocurriría”, “estos resultados ya no me duelen”, “vendrán tiempos mejores”, “quiero ver cómo les irá a los del frente cuando llegue su turno”, “a ver qué harán”, etc.
Pasará seguro un tiempo para que con cabeza fría se puedan hacer diferentes evaluaciones. De momento, el enojo atigrado se estrella con los que considera culpables, en este caso la dirigencia, pero sobre todo el presidente del club como máximo responsable de su institución, que es la cabeza que hay que bajar; en una escala gradual viene el técnico, su trabajo y planteamiento no es bueno. En seguida la mirada se dirigirá a los jugadores y en este caso específico a los que cometieron errores graves como ser expulsados y desbaratar la planificación previa a cada cotejo, tanto de local, como de visitantes.
En ese sentido de crítica objetiva, considero que el periodismo deportivo tuvo siempre la convicción de decir que el Tigre no estaba haciendo las cosas bien desde el inicio de la gestión. La dirigencia se tomó la libertad de realizar contrataciones a dedo, sin planificación y menos sin coordinación con el entrenador, que hasta ese momento no lo tenían. En The Strongest hicieron las cosas al revés. Armaron primero el equipo y luego contrataron al técnico.
Carlos Zago llegó sin una cuidadosa evaluación. ¿Es realmente el técnico idóneo para un equipo como el Tigre? Un entrenador muy efectivo, de juego prolijo, rápido, de dominio permanente, de futbol vistoso, de toque preciso y de definición en 7 segundos. Así se coronó campeón con Bolívar el 2022. Con la diferencia que el club, le puso los jugadores que él pidió y coordinó con la dirigencia para armar el plantel. Sin olvidar que el estilo de Bolívar se amolda perfectamente a su forma de encarar el trabajo.
The Strongest, a lo largo de su historia, se ha caracterizado por ser un equipo: aguerrido, de marcación fuerte, de tener empuje mental. Por lo general en su juego siempre prevalece el carácter de sus jugadores líderes; el Tigre tiene como arma principal las arengas de un caudillo en la cancha que maneje y guíe a sus compañeros, haciendo que su fútbol prospere con esa política de imponer fuerza y estilo competitivo.
Por eso a Zago tampoco le fue bien con la Selección. Bolivia en el contexto internacional de selecciones, es “un equipo chico”, requiere de líderes, de manejo diferente, de combinar individualidades con juego colectivo, estilos que recién Oscar Villegas va encontrando en La Verde.
El Tigre está fuera de la Copa Libertadores por errores de concepto en lo dirigencial, que afecta directamente en lo deportivo. A eso debemos sumar los problemas de fondo y forma del fútbol boliviano y la falta de competencia, tenemos como resultado: un cuadro sin torneo internacional, sin torneo de verano, con mucho tiempo sin poder formar parte de las actividades de un campeonato, esperando el mes de abril para reiniciar su actividad competitiva, aguardando el inicio de la temporada oficial y así poder reivindicarse con su hinchada.
¿Y cuáles podrían ser las consecuencias?
Para los aficionados de The Strongest viene un tiempo de desazón, típico en el fútbol. No será la primera, ni la última vez. Les pasa en determinado momento a todos quienes sienten el amor por su equipo. Esa desazón se refiere: a un malestar anímico, a una inquietud o desasosiego, insatisfacción, descontento, desánimo, pesadumbre, o fastidio. El mal momento que vive el Tigre como institución, dificultará las interacciones sociales entre club y afición. El equipo puede disminuir la productividad y el rendimiento en la cancha a la hora de volver a jugar. Cuando la desazón es profunda y está conectada con el estado de ánimo, los proyectos deportivos por lo general se ven interrumpidos y hasta frustrados.
Este inicio de año para The Strongest y seguro otros equipos bolivianos a nivel internacional, es el reflejo de un duro baño de realidad.
///