Tareck Zaidan El Aissami Maddah era el cabecilla de jóvenes rebeldes anti-sistema de la Universidad de Los Andes, en la occidental ciudad de Mérida, cuando Hugo Chávez subió al poder. Tenía 24 años. En noviembre cumplirá 43. Tras subirse al carro chavista pronto se destacó como organizador de las juventudes socialistas y el pasado 4 de enero se convirtió en vicepresidente de Venezuela.
Solo pasaron 18 años desde que era un revoltoso callejero hasta ponerse en la antesala del primer cargo público del país. Nunca ejerció su profesión de criminólogo porque le dedicó todo su tiempo a la política. Talento, no le faltaba y por eso transitó todos los caminos hasta las altas esferas gubernamentales, “caiga quien caiga”, para usar una de sus frases favoritas.
Pero Tareck El Aissami aparentemente no solo se dedicó a la política, sino a hacerse de millones de dólares con el narcotráfico, según denunció el Departamento del Tesoro de Estados Unidos el 13 de febrero. El diario El Nuevo Herald calcula que los bienes que se le congelaron, solo en Miami, tienen un valor de $3.000 millones.
En un país donde rige el Estado de Derecho, su inmediato superior le hubiera pedido la renuncia hasta que se esclarezcan las acusaciones. Es más, si se respetara a sí mismo _tras proclamar a todos los vientos que es “inocente de la infamia yanqui”_ debía renunciar voluntariamente. No ha ocurrido nada de eso. Nicolás Maduro acusa a Estados Unidos de dañar a Venezuela y hasta el alto mando militar ha salido en defensa de la “dignidad nacional”.
Maduro cree que el presidente Donald Trump agrede a su país, lo que es una falacia. Hace 3 años el Departamento del Tesoro acusó por narcotráfico a 2 gobernadores y a seis altos jefes militares. Maduro lo que hizo fue nombrar a uno de ellos, el general Nestor Reverol, ministro del Interior. Hace 2 años, el general Hugo Carvajal, fue rescatado desde Aruba cuando la DEA ya lo tenía en su poder. La corona holandesa se asustó por las amenazas chavistas contra la Shell.
En junio del 2015, el Defensor del Pueblo, Tarek William Saab, fue retenido en el aeropuerto de México. Al parecer fue víctima de una equivocación. Al que la DEA buscaba era a Tareck El Aissami, quien hace 6 años fue denunciado por Walid Makled de haber delinquido con él a través de su hermano cuando El Aissami era ministro del Interior. Makled fue detenido en Colombia e iba a ser trasladado a Estados Unidos, pero el gobierno colombiano inexplicablemente lo entregó a Chávez. Antes de embarcarse, Makled reveló sus nexos con altos funcionarios y militares venezolanos a los que pagó millones de dólares. El mismo era poseedor de una incalculable fortuna y de credenciales como miembro de organismos militares y policiales. No volvió a hablar y quizás por ello fue condenado solo a 14 años de cárcel.
Como ministro del Interior, El Aissami se jactaba de haber encarcelado y devuelto a Colombia a una media docena de narcos, pero aparentemente no era sino una manera de quitarlos del paso porque su socio Makled no quería competencia. Era la época en que también murieron misteriosamente periodistas, como Orel Zambrano y Mauro Marcano, al investigar el narcotráfico en Venezuela.
The Wall Street Journal denunció varias veces a los narcos chavistas, entre ellos al influyente jefe del partido oficial PSUV, Diosdado Cabello. La denuncia sigue en pie. El 7 de marzo el juez Paul Crotty dictará en Nueva York la sentencia a dos hijastros de Maduro pillados en Haití en noviembre del 2015 cuando intentaban embarcar a Estados Unidos 800 kilos de cocaína.
El Aissami, no solo es requerido por el Tio Sam como narco, sino también como terrorista, porque supuestamente tenía nexos con extremistas de Hezbollah y Hamas, en el Medio Oriente. La cadena CNN reveló hace una semana que El Aissami habría proporcionado pasaportes venezolanos a terroristas árabes como ministro del Interior. La respuesta de Maduro fue sacar de Venezuela a CNN. Grave, porque ahora crece la sospecha de que el rico país petrolero cayó en manos de delincuentes. Amanecerá y veremos.
(*) Hernán Maldonado es periodista. Ex UPI, EFE, dpa, CNN, El Nuevo Herald. Por 43 años fue corresponsal de ANF de Bolivia.