Si algo no puede criticar la oposición al Gobierno de Evo Morales, es su capacidad de planificar. Desde que juró por primera vez como presidente, Bolivia empezó a planificar su futuro en base a desarrollo, si bien no les ha sido fácil plantear una, se está logrando importantes resultados, especialmente con los trece pilares que cuenta la Agenda Patriótica 2025.
Estamos de acuerdo que después de años de aplicación de políticas neoliberales, de desgobierno, de minorías que decidían el destino de las mayorías, plantear una política que intente planificar algo es más que complicado, puesto que estamos hablando de al menos tres décadas de desorden y caos político, que usaban propagandísticamente la creación de un plan nacional, que les permitía ganar aire político para distraer la agenda mediática más que planificar el desarrollo nacional. Si vamos a ser más sinceros todavía, no es una exageración, aceptar que los bolivianos somos altamente desordenados y por tanto improvisados.
Si bien a nivel nacional se ha resuelto con la Agenda Patriótica, en el escenario regional todavía no existe un plan, ni siquiera un miniplan. Seguro que podrán citar que se planifica la inversión anualmente con los famosos POA, pese a ello es insuficiente, porque no se está pensando en grande, se continúa en la mirada cortoplacista.
A estas alturas y luego de los trágicos hechos suscitados en la alcaldía alteña, relacionado básicamente a un conflicto regional que no pudo ser resuelto a tiempo, que además evidenció la falta de madurez política de los líderes alteños -no es posible resolver siempre un conflicto con destrozos y muertos de por medio-, podemos preguntarnos si El Alto tiene un plan, una agenda que le permita trazar la ruta de su desarrollo, no unilateral como seguramente lo tiene la alcaldía (esperemos que sí) sino un que hay sido redactada con la participación de todas las fuerzas vivas de la “alteñeidad” y que cualquiera sea el color de quien gobierne municipal o departamentalmente se comprometa a cumplirla.
Un plan que podría permitirles contar con una brújula, una guía en las inversiones, una mirada de futuro, que podría establecer el crecimiento efectivo de El Alto, entendiendo con estudios y diagnósticos, sus potencialidades y debilidades, permitiendo apostar sobre seguro. Hasta el momento es el Estado quien le plantea a los alteños su futuro, podemos citar a la Ciudadela Tecnológica, con la presencia de las oficinas principales del Satélite Túpac Katari, la planta ensambladora Quipus, el ahora Centro de Energía Nuclear, el fortalecimiento académico de la UPEA y la cada vez más presencia de generaciones de adolescentes y jóvenes que se están dedicando a la ciencia de la robótica, como también a la digital y por supuesto la hospitalaria. Para que quede claro, lo está haciendo el gobierno de Evo Morales, no los alteños.
El Alto tiene que dar un salto cualitativo en su mirada política y económica, hablar de desarrollo con ideología, contar con un Plan le permitiría superar diferencias y crearía una unidad que involucraría a todos, superando las ambiciones y debilidades ideológicas que tanto daño le hace a su pilar “orgánico”.
Esta propuesta/experiencia podría ser replicada en otros lugares, ciudades, municipios o departamentos, no importando su tamaño, lo importante aquí es planificar. Luego de las protestas potosinas, de los encendidos y paródicos discursos del Jhonny Llally sobre la parálisis de la ciudad potosina, no está demás preguntarse si este líder cívico ha planteado la creación de Agenda Potosinista 2025, que le permita hacer que la ciudad responda a las expectativas de modernidad y desarrollo de los potosinos. No estamos tarde, todavía se puede, pensar en grande y sobre todo apostar a largo plazo, luchar contra la improvisación y el desorden, pero sobre todo eliminar esa mirada paternalista dependiente estatal que tanto daño les hace.