Noviembre 24, 2024 -H-

Mujeres machistas

Los abogados encontrarán que en ese hecho se cometió delitos que podrían denunciarse como tales por la víctima mientras que las activistas de los derechos de la mujer coincidirán conmigo al señalar que ese fue un acto de violencia machista.


Viernes 16 de Junio de 2017, 9:30am






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Uno de los muchos obstáculos en el camino hacia una verdadera igualdad de género es la existencia de mujeres que pueden llegar a ser más machistas que los hombres.

Si hay igualdad, esta no solo debería traducirse en las leyes sino en los hechos y actitudes. Los sueldos deberían ser los mismos, igual que los derechos y obligaciones.

Si un hombre puede salir a parrandear, la mujer debería tener la misma posibilidad sin que eso le represente críticas de la sociedad, de sus vecinos y hasta de su familia.

Hasta hace poco, parrandear era actividad propia del varón. Mientras las mujeres se quedaban en casa, los hombres se emborrachaban y divertían con otras mujeres que, por participar en esas actividades, eran consideradas “de mala vida”. Hoy las cosas se han nivelado. Las mujeres también parrandean pero el hacerlo les representa críticas. Ellas hacen “mala vida”, los hombres no. Típica hipocresía de una sociedad machista. Si los hombres pueden, ¿por qué no las mujeres? ¿Dónde está entonces, la igualdad de género? 

Escribo esto a propósito de un hecho que conocí y en el que no puedo intervenir porque involucra a mayores de edad que, por eso mismo, pueden obrar por sí mismos y sin mediación de intermediarios.

Una muchacha de 24 años llegó tarde a su casa y con unos vinos de más (especifico la bebida porque me consta que no consumió otra). No estuvo en una parranda sino en una parrillada que comenzó al promediar el mediodía. Encima de la carne vinieron los vinitos, que generalmente son el complemento de este tipo de reuniones, y todo prosiguió con normalidad hasta que llegó la noche y todos se fueron a sus casas. Cuando la muchacha llegó donde sus padres eran las diez de la noche así que, sin siquiera preguntarle dónde ni con quiénes estuvo, ellos la golpearon al igual que a su acompañante (que, aclaro, no era yo). El hecho no hubiera pasado de la anécdota sin la intervención de dos personas, el exnovio, al que los padres convocaron por razones desconocidas, y una señora de la tercera edad que no tiene parentesco con la joven. La golpiza fue propinada entre todos y, posteriormente, la muchacha fue echada de su casa.

Los abogados encontrarán que en ese hecho se cometió delitos que podrían denunciarse como tales por la víctima mientras que las activistas de los derechos de la mujer coincidirán conmigo al señalar que ese fue un acto de violencia machista.

El principal responsable es el padre pero a él hay que sumar al exnovio, a la madre y a la señora de la tercera edad. Que un “ex” aparezca solo para marcar territorio es bastante común en una sociedad machista así que dejemos a esos dos corrientes ejemplares en su chiquero y concentrémonos en la actitud de las mujeres: ¿Es correcto que una madre admita que su hija sea echada de la casa solo por haber llegado a las diez de la noche, así sea con unos vinos encima? Y, en cuanto a la segunda mujer, ¿qué derecho tenía de golpear a una persona con la que no tiene ningún vínculo jurídico?

Ambas forman parte de esos todavía numerosos grupos de mujeres que no solo aceptan el modelo verticalista de conducta impuesto por los hombres en las sociedades patriarcales sino que lo asumen como propio. Son las mismas que, ya sea por ignorancia o idiosincrasia, reaccionan mal cuando un extraño evita que sus maridos las golpeen (“Mi marido es… puede pegarme”).

Son las que creen que una mujer, por ser tal, debe ser sumisa y recatada mientras el hombre haga lo que le venga en gana.  

Son anacrónicas y, por ello, no dejan que la sociedad avance.

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