Varias agencias especializadas en electricidad indican que América Latina entre 2011-2030 tendrá un crecimiento de consumo eléctrico del 80%. Eso es bueno: a mayor consumo eléctrico mayor crecimiento industrial y mejor condición de vida de los habitantes (uso de acondicionadores de aire y otros aparados que se acceden superada la línea de pobreza y ampliada la clase media), siempre y cuando haya una racionalidad en el consumo.
El combate a la pobreza se libra en la trinchera de la energía: la electricidad es principal arma para reducir la pobreza y bajar índices de vulnerabilidad energética. Destaco el ejemplo de Chile: que tiene una Ley de Equidad Tarifaria cuyo objetivo es nivelar las tarifas de distribución para usuarios residenciales más vulnerables y, en su visión Energética 2050, Chile estableció como meta que, al 2035, el 100% de viviendas de familias vulnerables tengan acceso continuo y de calidad.
Para generar programas de eficiencia energética en el Continente, como siempre dijimos, urgen políticas públicas agresivas con marcos normativos modernos que sustenten estrategias de largo plazo situación que no se estuvo dando en toda América Latina y el Caribe
Hubo avances significativos liderados por Costa Rica (y su ley de Uso Racional y Eficiente de Energía vigente desde 1994) seguida por Brasil y Colombia en 2001, Perú, Venezuela y Panamá, decretaron leyes para reglamentar eficiencia energética, mientras que Guatemala, El Salvador, Nicaragua y República Dominicana elaboraron proyectos normativos. Uruguay tiene un fideicomiso estatal para el financiamiento de proyectos en eficiencia energética, México dio avances muy importantes en la materia y Chile cuenta con una institución especializada en el tema (ojo que prácticamente el 100% de la población chilena tiene acceso a la energía).
Según cifras de la Comisión Económica para América Latina CEPAL, el consumo total de energía en América Latina fue de 2.8% con relación a un crecimiento de 3.4% del Producto Interno Bruto (PIB) de la región.
Dato significativo: el país que más electricidad consumió para su sector industrial es México 40%.El sector eléctrico del transporte es significativo: 40% en Costa Rica y Ecuador.
Dato no menor el uso de electricidad vía renovables, solar concretamente: Honduras elevó el consumo de energía de la población.
Coincido con las apreciaciones de CEPAL, 2017, que indica que pese a existir una mejoría con respecto a años anteriores, “aún persiste la falta de continuidad por parte de instituciones gubernamentales en la promoción y desarrollo de la eficiencia energética”.
La Age
cia Internacional de Energías Renovables (IRENA en inglés), indica que entre 2010 y 2015 en América Latina se invirtieron más de 80.000 millones de dólares en energías renovables no convencionales (ERNC). Esas cifras pueden cuadruplicarse en el quinquenio con mejor regulación y mejor escenario político de atracción de inversiones.América Latina, en conjunto, tendría que seguir discutiendo una especie de Carta energética regional a través de sus escenarios de integración multilaterales en donde se señales parámetros mínimos para por ejemplo: el aumento de la seguridad de suministro, la calidad de los servicios de suministro, la competencia y el acceso democrático a la energía, además de regulación expedita, abierta y transparente en las denominadas subastas para las licitaciones, para la generación, transmisión y la discusión de tarifas preferenciales para industrias, emprendimientos y sectores poblacionales vulnerables.
Naturalmente esta Carta energética latinoamericana debe tomar en cuenta a las energías renovables y su predisposición a combatir el cambio climático. No olvidemos que en América Latina un 25%, grosso modo, de la energía primaria total proviene de fuentes renovables. Esa Carta Energética podría ser una base para una propuesta de red eléctrica integrada.
La complementariedad y los intercambios de volúmenes de electricidad entre países debe ser parte, también, de esas nuevas visiones de integración.
La rápida urbanización de América Latina -que es más de concentración en ciudades y ya no en el ámbito rural- trae consigo nuevos desafíos en electricidad: el suministro, las nuevas tecnologías, los sistemas y redes inteligentes, nuevas infraestructuras de medición, transporte, y domótica: hogares más eficientes en el uso de electricidad.
El gas natural va a seguir siendo par excellence el principal generador de electricidad de América Latina por mucho tiempo, viene detrás del petróleo en su acceso de consumo y es el ideal para la transición de fósiles a renovables. Bolivia y Venezuela, junto con Argentina, tienen la palabra para generar propuestas de generación eléctrica vía gas y generar mecanismos de integración y venta. Por ello urge, en el marco de la integración energética, modelos de financiamiento de infraestructuras energéticas con participación de privados y con amplio apoyo estatal. El mejor apoyo que los estados latinoamericanos pueden ofrecer al sector eléctrico es regulación moderna y no sobrerregulación.
La buena noticia es que América Latina ya es la región que genera la mayor proporción de energía renovable del mundo, y las fuentes renovables que generan energía eólica, solar y geotérmica son abundantes de manera que la capacidad eólica y solar de la región ha aumentado aprovechando mejores tecnologías y menores costos de producción.
La reflexión final: las democracias latinoamericanas, el crecimiento de la industria de valor agregado, el comercio y los servicios y la mejora de calidad de vida tiene que ver, indiscutiblemente, con el acceso a la energía, conceptualmente hablando, con el acceso a la electricidad, al gas, al petróleo y combustibles, que son herramientas de crecimiento, por ello mi defensa férrea para evitar más despilfarros del populismo venezolano y boliviano que aupado por los buenos precios de los comodities en ésta década lograron afianzar regímenes con mucha disposición de dinero, producto de venta de petróleo y gas. Esas experiencias: de uso indiscriminado y despilfarro de energía y los recursos financieros que generan no deben repetirse.