Febrero es el mes de Armando Alba Zambrana.
El potosino más conocido de Gesta Bárbara nació el 9 de febrero de 1901 así que tenía apenas 17 años cuando se publicó el primer número de la revista que le daría nombre a toda una generación de artistas bolivianos.
El número 1 de Gesta Bárbara se publicó el 16 de junio de 1918 bajo la dirección de Carlos Medinaceli e incluyó un cuento de Alba, “Aquel pobre”.
Arturo Peralta, que para entonces todavía filmaba solo como “Juan Cajal”, le dedicó unas entusiastas líneas al final de esa pieza:
“La juventud es una promesa del porvenir. He ahí un gesto de optimismo que nimba la rugosidad de las frentes que han pensado mucho…
“Alba, tiene derecho a un lauro. Yo aplaudo su energía, su rebeldía; esos son signos indiscutibles de superioridad intelectual. Adelante, poeta, muchas veces la lira debe trocarse en fuerte fustigador”.
Desde luego que Alba era una promesa del porvenir. Ese mismo año publicó su “Voces áulicas” que Peralta incluyó, años después, en la trilogía de obras fundamentales de Gesta Bárbara junto a “La Chaskañawi”, de Medinaceli, y “Cuando vibraba la entraña de plata”, de José Enrique Viaña.
Pero aunque la joven promesa siguió publicando en Gesta Bárbara, comenzó a restar su concurso a partir de los números en los que no dirigía Medinaceli y, finalmente, desapareció de esas páginas. Reaparecería ocho años después pero con un trabajo individual, “Temple de la montaña y otros cuentos”.
Mario Araujo dice que Alba “no fue un escritor de pluma demasiado fecunda, lo cual no puede atribuirse a dejadez por parte de este distinguido editorialista de cultura excelente y bien asimilada, que trabajó a la vanguardia de las letras en Potosí. Absorbido por las perentorias tareas de su oficina, tenía que diferir a regañadientes sus proyectos de creador, pero cuando disponía de la calma requerida para otro tipo de tareas, se aislaba en su nutrida biblioteca y retornaba a la más cara de las dedicaciones que le imponía su vocación. Hay que tener en cuenta también que el perfeccionismo es enemigo de la creación abundante y Alba era perfeccionista en grado sumo: exagerado detallista como Maupassant, evitaba hacerse empujar por la prisa, a fin de poner fuera de peligro la calidad de su examen depurador”.
Pero sobrevivió a la mayoría de los bárbaros y fue el mayor difusor de la obra de Medinaceli que, sin él, quizás no hubiera sido tan conocido.
Armando Alba Zambrana no es tan recordado por sus dotes literarias como por su mayor obra cultural, la recuperación de la Casa de Moneda que, hasta entonces, era un enorme depósito. Él la convirtió en un museo mientras que Cecilio Guzmán de Rojas fue el responsable del ordenamiento de la pinacoteca.
Adolfo Cáceres Romero dice que “Alba también es recordado por su proficua labor en la ‘Editorial Potosí’, especialmente por sus prólogos a los libros publicados en la ‘Colección de la Cultura Boliviana’. Sus obras más importantes son: ‘Voces Áulicas’ (1918), poemas; ‘Temple de la montaña y otros cuentos’ (1926); ‘Imagen de Potosí y de su Casa Real de la Moneda’ (1943), ensayo, y ‘Enumeración del proceso potosino y Gesta Bárbara (1946), estudio”. A esa lista hay que añadir la antología de Bolívar y el poemario “Del viejo hontanar”, ambos de 1970.
Murió el 20 de octubre de 1974 y fue sepultado en el mausoleo de los ilustres de la catedral potosina.
La Antología “Prólogos escogidos” fue publicada en 2001 para conmemorar el centenario de su nacimiento. Ahora toca conmemorar el de Gesta Bárbara.
(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.