Las encuestas en los temas relativos a la confrontación y la violencia repiten que la gente no quiere enfrentamientos, rechaza los extremos y demanda la posibilidad de fortalecer el diálogo en espacios democráticos, abiertos y plurales.
Se define el “centro democrático” como el espacio político e ideológico en el que se adoptan decisiones con sentido común, que defienden la democracia, reconocen el Estado de Derecho, las leyes y su ejercicio pleno; en el que se acepta la Justicia independiente para dirimir controversias entre sujetos privados y públicos, y los derechos civiles, políticos, sociales y ambientales, no están sometidos a la arbitrariedad de autócratas de turno. Es un espacio en el que se prioriza el derecho al trabajo, a la producción, y basado en la seguridad jurídica, genera y administra el excedente; en él se concreta la libre iniciativa, la responsabilidad estatal sobre materias estratégicas claramente identificadas, y el aliento al desarrollo de la cultura, los derechos plenos de la mujer, el turismo, la creatividad, la libertad, la tolerancia y el respeto. Este enunciado que arranca con la Constitución de los Estados Unidos y la Revolución Francesa, se va nutriendo de otras experiencias como la revolución industrial, el Manifiesto Comunista, el constitucionalismo social, las guerras mundiales, la Convención Universal de los Derechos Humanos y en un salto hasta nuestros días, la revolución tecnológica de la Inteligencia Artificial. Somos productos de esa evolución y en ella existen instrumentos que nos pueden ayudar.
En Bolivia, el Centro Democrático está expresado ideológicamente en el Liberalismo, la Social Democracia y lo nacional popular. De esas tendencias nacen las organizaciones y los partidos, y más allá de los excesos que se producen en circunstancias extremas (guerra civil, golpes de estado, revolución, autoritarismos) luego de sus rupturas, nuestra vida en sociedad vuelve a su curso. Hoy, más allá de Evo, Chávez o de Milei.
La pertinencia de este repaso de categorías universales, se basa en la oportunidad de enfrentar la confusión existente en nuestro complejísimo proceso electoral. El MAS, bajo la consigna del proceso de cambio, la revolución democrática y cultural y las banderas del Socialismo del Siglo XXI, radicalizó lo originario indígena campesino y a los movimientos sociales como base de su organización, adoptando en economía un modelo central de organización pública, privada, social cooperativa y comunitaria. Al incorporar en lo territorial la gestión de autonomías, controladas, sin jerarquías e iguales en su relación con el gobierno autoritario y prebendal, dificultó hasta el absurdo la gestión de los servicios básicos, negando sistemáticamente, además, la vida en ciudades en las que vivimos el 80% de los bolivianos.
Este es el volumen que debemos enfrentar y cambiar y que debe incorporarse en el debate. Junto a la carga tradicional del discurso de campaña, vivimos en una sociedad de ceño fruncido, fracturada, en la que se alentó la confrontación, se incrementó la violencia estatal, se judicializó la política y se escarneció a los líderes de la oposición, manteniéndolos de manera selectiva, secuestrados, presos, enjuiciados y perseguidos.
Para cerrar el análisis, el MAS IPSP, con una importante acumulación política por la fidelización sostenida con su militancia, el incremento de la inclusión, el reparto de oportunidades, sin embargo, se encuentra en su peor momento político por las fracturas internas, la crisis de liderazgo, las denuncias y procesos de corrupción, el incremento del narcotráfico en el Chapare y la confrontación sanguinaria entre los creadores del modelo. En esta situación, el bloque “gobierno/MAS/Arce/Evo/Andrónico”, se sostiene por el control que todavía tiene del aparato coercitivo, militares y policías, los instrumentos de la violencia legal, el chantaje a la economía productiva, el asqueroso sometimiento de la justicia y el miedo eficaz que infundieron en la ciudadanía.
En ese escenario circense, 21 pre candidatos que se declaran no masistas, se disputan gestionar con todo derecho, esta compleja transición; la Gente Decente nos damos cuenta que debemos fortalecer previamente el Centro Democrático y debemos hacerlo aceptando que transitaremos un periodo de mayor confusión y dificultad económica, en el que la canasta básica, el combustible y el dólar como moneda de transacción, tienen proyecciones preocupantes para el año 2025.
En ejercicio de ciudadanía, declaro mi adhesión a la Unidad firmada por Amparo Ballivián, Luis Fernando Camacho, Vicente Cuellar, Samuel Doria Medina, Carlos Mesa y Tuto Quiroga. Reconociendo las dificultades que deben enfrentar, esperando se sumen otras organizaciones, y sabiendo que legítimamente habrá otras propuestas, creo necesario apoyar el esfuerzo que están realizando, por oportuno y urgente. Reconozco que este no es momento para soluciones perfectas y sólo demando información útil. Necesitamos saber, todos los días, que las firmas y los compromisos que han despertado esperanzas, permanecen activos.
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