Diciembre 30, 2024 -H-

Incremento de pasajes en el transporte público


Jueves 16 de Mayo de 2024, 3:45pm






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Mientras los transportistas del sector público de La Paz y El Alto propusieron incrementar sus tarifas, las alcaldías de ambas ciudades rechazaron la demanda. En cuanto el sentir de la mayoría de la población -el más importante- es que éstas deben mantenerse mientras no existan demostraciones fehacientes de que los chóferes hagan mejoras no sólo en sus vehículos (gran parte se encuentra en malas condiciones desde años atrás) sino también en su trato hacia los usuarios.

En la actual coyuntura económica que se atraviesa en Bolivia y que para muchos es incierta, los transportistas, especialmente minibuseros en la urbe paceña, se ponen del lado del gobierno central (es notorio) y en lugar de apoyar a su mercado, al usuario que les da de comer diariamente, quieren afectar visiblemente su bolsillo.

El parque automotor de ambas ciudades ha crecido en forma abrumadora. Los vehículos que hacen de minibuses y radiotaxis, por ejemplo, continúan ingresando al país y en desmesurada competencia llenan las calles de ambas ciudades provocando embotellamientos en muchas zonas y -lo peor- no sólo en horas pico.

Desde que se implantaron los minibuses en el servicio público, de los cuales se estima que superan las 20.000 unidades (estadísticas pasadas) sus conductores (la mayoría jóvenes) desaprensivos e irresponsables, se dan a la temeraria tarea de “zigzaguear” en medio del intenso tráfico vehicular de las calles centrales, poniendo en riesgo la seguridad y la vida misma de pasajeros y peatones.

Tienen un trato displicente con los usuarios, olvidan que transportan personas y que no lo hacen gratis. La mayoría de los minibuseros hablan por celular o con el amigo que está sentado junto a ellos; colocan música en altos volúmenes; tocan bocina a diestra y siniestra; no dejan ingresar a los asientos delanteros mientras no estén ocupados los de atrás y -rematando- hacen cambios de rutas aprovechando cualquier desvío por obras municipales, para realizar el típico trameaje.

Adicionalmente, asientos rotos o improvisados; habilitación de espacios para llevar pasajeros “extras” tras el asiento del conductor; puertas que sólo abren o cierran si el pasajero hace esfuerzo;  así como peluches, adornos y letreros con detalle de varias rutas en la repisa del parabrisas que quitan visibilidad, son algunas de las molestias de estos vehículos.

Años atrás, el compromiso de dar comodidad y seguridad a los usuarios duró escasos meses porque al poco tiempo se empezó a notar nuevamente el deterioro de los coches, como si en lugar de hacer un reacondicionamiento serio y responsable en talleres mecánicos, se hubiera hecho simplemente un “maquillaje” para pasar la inspección.

Los conductores detienen donde quieren sus vehículos, no respetan paradas ni esquinas; arrancan sin esperar a que los pasajeros tomen asiento; son atrevidos y agreden verbalmente a los usuarios que impotentes y resignados siguen buscando la línea que los lleve a su destino.

Sobre los trufis, lamentablemente quedan pocos de estos vehículos que sean adecuados para prestar servicio en la urbe paceña. La mayoría, en realidad, son “minibuses disfrazados de trufis” o vagonetas modelo ipsum que transportan a los usuarios -como se dice comúnmente- en una lata de sardinas, sin consideración alguna.

Actualmente, en este medio de transporte es normal ver cuerpos apretujados contra las puertas, asientos demasiado angostos y -para variar- no sólo se debe soportar la palanca de la caja de cambios en el lugar del quinto pasajero, sino también el pedal que se despliega para que salgan o ingresen el séptimo, octavo y hasta noveno pasajero, que van atrás.

Ir y venir en trufi, significa toda una odisea para quienes sufren de alguna dolencia, personas con sobrepeso –que además son discriminadas- o para los adultos mayores que tienen que hacer muchos esfuerzos, peripecias y hasta piruetas para ingresar o salir del vehículo, soportando el típico “se apura”, del chófer.

Los recorridos son otro problema. De forma arbitraria, las líneas de trufis eliminaron varias rutas. Por ejemplo, ya no hay muchas unidades que vayan hasta la Plaza Pérez Velasco y también van desapareciendo con el tiempo los vehículos que iban por la Avenida Arce.

Datos históricos dan cuenta que en 1967, apareció el Taxi de Ruta Fija, más conocido por la sigla TRUFI. Eran vehículos más grandes, y su recorrido era de San Miguel a la Pérez Velasco. Como efecto de la relocalización y cierre de minas en 1985 mucha gente quedó desocupada, ello motivó que éstas se dedicaran al transporte público.

De acuerdo a estimaciones de años atrás de la Alcaldía existían más de 2.500 coches que trabajan como trufis en la ciudad, distribuidos en 12 sindicatos autorizados.

En cuanto a las líneas de radiotaxis y taxis, si bien se mantienen los vehículos en mejores condiciones, presentan otras anomalías relacionadas con las tarifas y las rutas desde hace tiempo atrás, porque éstas se disponen a gusto de los conductores, sin contar que muchas veces ellos deciden si llevan o no al usuario, según su humor.

En La Paz existen más de 70 líneas de radiotaxis legalmente autorizadas para brindar servicio y otras tantas ilegales o “truchas”. El último tarifario municipal estableció en Bs 8 el pasaje básico con un incremento escalonado. En la práctica esta reglamentación no se respeta porque la variación de tarifas entre empresas es notable.

Los conductores de taxis, también son arbitrarios. Muchos prefieren dar vueltas y vueltas, solos, en vez de recoger a personas, simplemente porque no les conviene la ruta o “hay mucha trancadera”. Entonces ¿para qué trabajan? Otros cobran lo que se les viene en gana y manejan un tarifario personal.

Los dirigentes de sindicatos no muestran interés por garantizar un servicio de calidad; tampoco se preocupan por mejorar la formación de chóferes con talleres o seminarios para que conduzcan de forma adecuada y eficiente, respetando no sólo las normas de tránsito sino - y sobre todo- a los pasajeros.

A su vez, las autoridades municipales se muestran indolentes, en lugar de definir conjuntamente los transportistas, las características y exigencias que mejoren el sistema del pasado. Hasta la fecha lo único que se advierte es la falta de voluntad de ambas partes para contar con la calidad mínima que respete los derechos de los pasajeros.

Es momento que Tránsito y la Alcaldía ponga fin a estos abusos y efectúen un control estricto e inspecciones eficientes. La ciudadanía merece un buen servicio urbano, seguro y garantizado, y ante todo un trato amable. Es mejor que los conductores de minibuses, trufis, taxis y radiotaxis ganen ser respetados, antes que ser temidos o vistos como arbitrarios y pierdan la confianza disminuida.

¿Incremento de tarifas? Algo que debe ser negociado después que este servicio de transporte cuente con vehículos seguros, cómodos y limpios así como un trato respetuoso hacia los pasajeros.

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