Muchos venezolanos están convencidos de que una dictadura no deja el poder por la vía electoral, pero hay otros muchos que insisten en la vía constitucional, democrática y pacífica para desalojar del poder a Nicolás Maduro y sus apandillados del socialismo del Siglo XXI.
La Historia demuestra que unos y otros tienen la razón. Violeta Chamorro sacó de la presidencia a Daniel Ortega en 1990 con un triunfo en las urnas 54-41%. Los nicaragüenses estaban cansados de la guerra civil y de la “piñata”, la mayúscula pillería de los sandinistas, quienes 11 años antes acabaron, por la vía armada, con la dictadura de los Somoza.
En Chile, también por la vía electoral el pueblo liquidó en 1990 la larga dictadura del general Augusto Pinochet. Pero, las realidades políticas eran diferentes. Chile tiene una larga tradición democrática, con partidos políticos que no se formaron ayer y una institucionalidad tradicional.
Recuerdo que cuando perdió Ortega lo primero que hizo fue ir a Cuba. Extraoficialmente se supo que Fidel Castro lo recibió enfurecido y que de entrada lo regañó afirmando que en el socialismo “solo” se convoca a elecciones cuando se esté seguro del triunfo. Se lo dijo quien en Cuba gana elecciones con el 99% de los votos.
Las estupideces de los que sucedieron a Chamorro revivieron políticamente a Ortega y el 2007 se encaramó nuevamente en el poder y no piensa soltarlo. Anastasio Somoza eliminaba a bala a sus opositores, Ortega los neutraliza judicialmente. Se apoderó de todos los poderes, disolvió a la oposición y se reelegirá próximamente, teniendo como vicepresidenta a su mujer, Rosario Murillo.
La pesadilla venezolana tiene todas las características de una monumental tragedia. En 16 años el Estado recibió cantidades astronómicas por los altos precios del petróleo y hoy se debate ante una crisis monumental en materia alimentaria, sanidad e inseguridad. Fotos de gentes abriendo bolsas de basura para comer hablan del desastre.
Abuelos, niños, y presos en las cárceles, clamando por comida, por medicinas, son el pan de cada día. Hugo Chávez, el militarote discípulo de Castro, inventó el “socialismo del Siglo XXI” y destruyó el aparato productivo del país con expropiaciones a diestra y siniestra. De paso quebró las grandes industrias del petróleo, el hierro, el aluminio. Arrasó con todo cual Atila moderno.
Su sucesor es un ignorante que se mantiene en el poder apoyado por bandas de delincuentes y ociosos a los que armó y, fundamentalmente, por el corrupto Alto Mando militar, integrado por una veintena de generales y almirantes, muchos de los cuales están requeridos por la Justicia de Estados Unidos por narcotráfico.
Los opositores, amparados en la Constitución Nacional quieren revocar el mandato de Maduro, pero el régimen se aferra al poder usando toda artimaña posible. La Asamblea Nacional que se conformó con mayoría opositora tras su triunfo el 6 de diciembre, ha sido convertida en florero chino. El último despropósito es la decisión del servil Tribunal Supremo de Justicia de autorizar a Maduro a presentar allí su presupuesto del 2017, porque considera que todo acto de la Asamblea “es nulo de nulidad absoluta”.
Hasta las encuestadoras oficialistas estiman que el 80% de los venezolanos está contra la dictadura y que de realizarse el referendo este año la paliza será monumental. La tiranía, con su Consejo Nacional Electoral, hace hasta lo imposible para frustrar el referendo. Peor todavía, los altos capos –que saben que su futuro es la cárcel-- anuncian que NO habrá referendo, el 2016, el 2017 ni nunca. “Nosotros no nos podemos dejar tumbar, primero que nos maten”, dijo el vicepresidente Aristóbulo Isturiz. Así están las cosas. Amanecerá y veremos.
(*) Hernán Maldonado es periodista. Ex UPI, EFE, dpa, CNN, El Nuevo Herald. Por 43 años fue corresponsal de ANF de Bolivia.
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