Todo el mundo sabe, o debería saber, que los programas presentados para lograr el apoyo al candidato en épocas electorales son un material muy liviano, capaz de ser arrastrado por el primer ventarrón. Este aserto viene cumpliéndose casi invariablemente desde que tengo memoria en la actividad política. De tal suerte, que me adscribo a estas percepciones como si de una ley se tratara. También debo reconocer que los candidatos tienen el perfecto derecho de presentar un programa a fin de apallar la mayor cantidad de votos de sus electores. Sin embargo, esta constatación va unida a otra más importante, los candidatos tienen también el derecho, aún más humano, de no cumplir con su programa, en caso de llegar al Gobierno.
Así expuesto el tema, transmite cierto descreimiento o alguna dosis de cinismo, pero a mí me parece una verdad casi absoluta, por la cantidad de fenómenos similares que conozco. Para dar el volantazo político y colocarse en la postura del incumplimiento, el mundo de los doctores en la ciencia de la estrategia política y electoral, ha inventado varias versiones para que su cliente, una vez en el poder, pueda justificar la no aplicación de su programa de Gobierno. Los especialistas serios pueden escribir un contra documento, todavía más voluminoso que el del primigenio programa, con hechos devenidos de “la realidad objetiva” para contravenir sus promesas o, por lo menos, postergarlas.
En España, que es una democracia europea consolidada, aunque esté pasando en este minuto por una horrible polarización, propia de “países bananeros”. En ese país desarrollado y democrático, el presidente de su Gobierno, Pedro Sánchez, tuvo que apelar a la sabiduría popular contenida en viejos refranes castellanos para dotarse de explicaciones. En efecto, él y su partido Socialista habían jurado y perjurado que nunca pasarían la línea roja de legislar la amnistía en favor de los separatistas catalanes. No transcurrieron muchos meses para que lo hicieran. La voltereta para aprobar la repudiada amnistía sobre las líneas rojas de su programa el presidente Sánchez la explicó usando creativamente el viejo adagio: “la necesidad tiene cara de hereje”. La necesidad, en este caso, eran los votos de los separatistas catalanes en el Congreso para consagrarlo como presidente. De allí en más las herejías fueron acumulándose.
En periodismo se suele apelar a términos tan etéreos como “de fuente bien informada”, “al pueblo le parece”, o “la gente opina mayoritariamente”, cuando solo se quiere esconder en intangibles multitudes el pensamiento o las ideas de uno mismo. Por ello se puede decir que la gente –término tan de moda ahora que hasta existe un Partido de la Gente-, es cada vez más alérgica a la lectura de programas de gobierno a la hora de discernir su voto. Los expertos en marketing electoral deberían aconsejar a sus pupilos que, de promesas, las justas, y de detalles, los mínimos.
Estas pequeñas reflexiones vienen a cuento porque en días pasados asistí a una demostración en vivo del asunto que platicamos. Un candidato empresario tuvo la gentileza de invitarme al acto de presentación de su programa para Cochabamba. La reunión estaba colmada de convencidos, de periodistas, de antiguos amigos o conocidos del candidato: en fin, un salón de eventos pleno. Destacaba el uso puntual de grandes plasmas y otras tecnologías que convertían el acto en reunión elegante y de buen gusto empresarial.
El empresario-político se expresó cómodamente. Prometió lograr para los bolivianos, primero, y para los cochabambinos después, algo así como el bálsamo de la felicidad. Se comprometió a terminar con la escasez de dólares en los primeros 100 días de su futuro Gobierno y la desaparición, claro, de las largas colas por diésel y gasolina que afligen al ciudadano. Y continuó con un rosario de promesas importantes con protagonismo de los emprendedores, centro de su campaña hace ya dos décadas: apoyar la matriz productiva de la Cochabamba de siempre a través de lograr el resurgimiento de la producción agropecuaria; consolidar al departamento en centro vial del país; colocar a la ciudad en el escenario de la producción tecnológica de punta, convirtiéndola en una especie de Silicon Valley (criollo y en chiquito); y médula internacional de servicios médicos y de residencias de retirados; transformar al Chapare en centro turístico, y meter en la cárcel al jefe de los cocaleros ( lo que arrancó una entusiasta y consistente ovación de los reunidos que hasta yo me sumé a ellos); terminar de cuajo con bloqueos y paros, con una política de seguridad a la Milei, y el encarcelamiento de delincuentes al estilo Bukele; obviamente se refirió a la protección del medio ambiente, la conclusión de la carretera al Noreste , respetando el parque nacional (TIPNIS) que está al medio.
En fin, prometió ir de la ceca a la Meca. Pero lo sorprendente es que no dijo una palabra del cómo, del qué hacer para lograr el éxito de sus programas. Esta detallada lista de parabienes para los cochabambinos, que seguramente la gran mayoría estaría dispuesta a suscribir, debería haber llegado, por lo menos con algunas pistas sobre el cómo lograrlo, para ser algo creíble.
Tengo la impresión de que si los candidatos se empeñan solamente en las ofertas sin concretar los modos, no podrán transformar la lluvia de promesas en un tsunami de votos…
Por el resultado de mis modestas observaciones podría decir que hay otros candidatos que provocan con sus propuestas todavía sonrojos y miedos peores. Ni siquiera prometen lo que el auditorio desea oír. Algunos se limitan a envolverse en la bandera tricolor y gritar ¡qué viva la patria! Otros expresan ocurrencias como las de convertir al Chapare en territorio independiente; los hay que se equivocaron de elección y creen que están en un concurso electoral municipal, utilizando el vetusto argumento de que los bolivianos estamos sentados sobre una montaña de oro; o aquellos que insisten en llenarnos de pavor al prometernos, que bajo su conducción, continuarán con el “proceso de cambio” para llegar al paraíso cubano o nicaragüense.
Finalmente, existen ejemplos que contradicen la tesis principal de estas líneas: para horror generalizado, aquí y en el mundo, pareciera que hay quienes que sí cumplen con su terrorífico programa a rajatabla… y, nada menos, dirigen a la primera potencia mundial.
Como se ve hay para todos los gustos. Lo importante es verlos venir.
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