Cuando muchos pensaban que Bolivia era el ombligo del mundo y que la quinua real orgánica no tendría parangón, la biotecnología se encargó de romper tal sueño y amenaza en convertirlo en una pesadilla poniendo en jaque al grano de oro del Occidente del país por el serio riesgo de tener que lidiar en breve con una mayor oferta mundial de este superalimento -a un menor precio y con mejor calidad- frente a lo cual no queda otra opción que pensar con cabeza fría, poner los pies sobre la tierra, mejorar la productividad y bajar costos de producción, en suma, ser competitivos.
Si bien la denominación de origen será importante para diferenciar la Quinua Real Orgánica boliviana a fin de lograr altos precios en nichos de mercado, vital será para ello precautelar la calidad de la misma. No le hace bien al país, p.ej., que el propio gremio quinuero permita mezclar entre 20% y 30 % con quinua de segunda y denominarla “Real” porque a los ojos de la demanda internacional -que es severa- no lo será. El standard pretendido debe ser real y el control rígido, si se pretende que se prefiera nuestra quinua, como al vino francés.
De otra parte, mientras nuestros competidores desarrollan fantásticas combinaciones de quinua con diversos ingredientes -ofreciéndolos deshidratados, cocinados o en mezcla cruda, embarcándolos rápidamente por vía aérea o barco en cámaras de frío o ambiente controlado- la lentitud de las instituciones en Bolivia para apoyar iguales emprendimientos no existe, v.gr., en materia sanitaria.
Por ello, algunos expertos temen que la quinua pueda ser una nueva cadena productiva que languidezca como ya ocurrió antes con otras, debido a diversas causas.
Agradezco a mis lectores que estando en contacto con la realidad del país, recomienden un trabajo sinérgico público-privado donde productores, comercializadores e industrias del sector no se vean como adversarios, sino como parte de una misma lógica y un desafío que compromete su futuro. La unión hace la fuerza, dice el adagio, hay que trabajar mancomunadamente…
Finalmente, un buen consejo recibido desde el exterior: bueno sería dejar de improvisar la proyección internacional de la quinua boliviana y no insistir con la imagen lastimera de nuestros campesinos pobres. Apostemos por un marketing con una visión optimista y agradable, como nuestros competidores, tal vez así se supere esta situación por la que Bolivia, pese a producir la mejor quinua, vende más barato que otros cuya quinua es más pequeña y menos apetecible.
(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional
Santa Cruz, 1 de marzo de 2017