Ser opositor es bien facilito. Lo único que tienes que hacer es no oír nada, no ver nada y odiar mucho. Seguro que están pensando que es una exageración, me temo que no lo es y, que es tan solo una aproximación.
La peor crisis que vive un opositor está relacionada con una serie de conceptos convencionales, conservadores y profundamente colonizantes que arrastra culturalmente desde hace milenios. No sabe si es clase media o clase alta, depende de su “refinamiento” o comportamiento y, elemento que lo definirá si está al medio o muy por encima de los de abajo, de aquellos que a criterio suyo ni siquiera vale la pena mencionar.
La intensidad de su “refinamiento” se puede medir mediante distintas variantes, por ejemplo, su origen, relacionado a su apellido, si está ligado con algún país extranjero le da muchas opciones para sentirse mejor que el resto. Otra variante es su grado académico, si se trata de un título universitario, automáticamente lo pone encima y muchas veces puede jactarse de saber leer y lo que es mejor, entender. Finalmente se halla el poder económico, si es elevado, la situación es “complicada”, no solo por la comodidad y ostentación de la que goza y se jacta, sino en su capacidad de definir el curso de su cómoda vida con billetes de por medio. Algunos poseen las tres variantes, otros dos o sencillamente una, todos coinciden en negar su origen, su historia, que el otro existe y reivindican el nacimiento republicano de la patria como el principio y fin de su historia. También hay de los que subieron de abajo, que obtuvieron una o varias de estas variantes, que se asumieron distintos y recuerdan su origen, con un gesto cultural a sus ancestros, a los que paulatinamente irán olvidando. Su desarrollo social y político desde la burbuja de su hogar, ha provocado que su nivel de conocimiento real del “mundo” que lo rodea sea tan pequeño como su rutina, por mucho que viaje al extranjero o se de unas idas y vueltas a la playa que no tenemos.
Factores que han limitado su capacidad de ver y entender no solo el país también el globo, por tanto no llegan a comprender, los profundos cambios que se están desarrollando a su alrededor, desde que Evo Morales, los otros, los de abajo, los diferentes llegaron al gobierno y plantearon no solo un Proceso de Cambio, una Revolución Democrática Cultural y también algo que el país nunca tuvo en su corta historia una Agenda 2025.
Su criterio será superficial, mucho más si conoció a la democracia en tiempos de Evo, carecen de un factor de comparación histórica con los tiempos neoliberales, dictatoriales y por mucho que se les explique, una y otra vez, su mirada siempre será desde la óptica de su clase social. Si por ventura, vivieron en los tiempos que hoy son juzgados por postergar el desarrollo del país, el análisis no cambia demasiado, al contrario se añade un elemento más radical, de raíz discriminatorio y hasta racista, porque esos indios, cubanos, venezolanos y ahora chinos no debieron nunca tener la oportunidad de llegar a las urnas, menos a la papeleta electoral.
A ratos pueden sentir solidaridad, amor y hasta ser sensibles, pero bajo ciertas condiciones, que sea moda, tendencia o rebeldía pasajera, es decir una causa que no los comprometa políticamente, que no los obligue a actuar orgánicamente, como no saben hacer política y creen que hacerlo es lo peor que les puede pasar, prefieren salvar a cualquier otra especie menos a la humana. Total, se trata de un compromiso “genérico”, antes que individual.
Ahora que tienen internet, en sus celulares, en sus compus, wi fi accesible en sus casas se puede conocer a través de las redes sociales lo que piensan, hacen y sienten, porque creen que “hacer política” es ponerle me gusta o compartir todo lo que esté en contra del gobierno, de creer en todo lo que se les diga, sin ponerse a pensar si es cierto o no, la cosa es pasarlo, porque si en algo están de acuerdo es que no pueden permitir que los de abajo sigan arriba… de ellos.
Finalizando esta aproximación ufana, debemos hablar sobre el odio, odian todo lo relacionado al Evo y al gobierno, tanto que son capaces de irradiarlo en la redes y por el momento, contenerlo en las calles. La bronca contenida que tienen muchas veces se debe en el miedo a lo diferente, a lo desconocido: lo que no entienden es rechazado. Un diccionario básico define al odio como: “Sentimiento profundo e intenso de repulsa hacia alguien que provoca el deseo de producirle un daño o de que le ocurra alguna desgracia”, si asumimos este sencillo concepto y lo aplicamos a lo que se destila en las redes nos damos cuenta que no estamos muy lejos de la verdad. Pueden que sean víctimas de una manipulación política opositora inconsciente o permiten adrede que los instrumentalicen con tal de proyectar la aversión que sienten contra el otro, con aquello que todavía no pueden explicar. Debo aceptar, que para fortuna mía, no son todos así, que hay de los que escuchan, son tolerantes y con los que todavía se puede tomar un café, en la vida real y sin pelear, ni insultarnos en las redes sociales.