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El cierre de la plaza Murillo provocó enormes pérdidas en tiendas y puestos de venta

Muchas de las personas que tienen tiendas o puestos de venta en la plaza Murillo o alrededor de ella sufrieron la radical disminución de sus ingresos. No alcanzaron más que para cubrir los pasajes y la alimentación. Otros gastos como vestimenta y colegiatura de los niños fueron  dejados de lado.


Martes 2 de Agosto de 2016, 11:15am






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Una persona con discapacidad que vio mermados sus ingresos (Luis Gandarillas)

La Paz, 02 de agosto (Hans Franco, Urgentebo).- La plaza Murillo es el espacio público más importante de Bolivia. En su entorno alberga a los edificios más importantes del país: El Palacio Legislativo y el de Gobierno, lo que la convierte en el centro político boliviano. Por eso, a priori, parecería ser el lugar idóneo para levantar un negocio. Las razones sobran sobretodo porque es uno de los lugares más transitados de la ciudad.

Empero, para los negociantes que se decidieron por este histórico lugar no todo es color de rosa. Más bien, el último conflicto que ha llevado que el poder político cierre la plaza Murillo, ha afectado los bolsillos de muchas personas.

Ellos aseguran que debido a las constantes movilizaciones sociales y el cierre del perímetro de la Plaza Murillo por parte de la Policía, sus ventas bajaron hasta en un 100%.

Por más de dos meses, hasta la segunda semana de julio, la Plaza Murillo permaneció cercada por rejas antimotines que la Policía Nacional colocó “para evitar confrontaciones” con las personas con discapacidad, que se instalaron en la calle Indaburo en demanda de una renta mensual de Bs. 500.

Muchos de ellos tienen una familia numerosa que mantener y las ganancias ya no alcanzan más que para cubrir los pasajes y la alimentación. Otros gastos como vestimenta y colegiatura de los niños fueron  dejados de lado.

Así lo asegura, por ejemplo, don Alberto Zubieta, quien atiende un pequeño negocio de llamadas al paso, además de recarga de crédito para celulares. Él cuenta que debido a esta realidad incluso estu-vo un mes y medio sin ganar un centavo, al extremo que ya no tenía ni para el pasaje de retorno a su casa, ubicada en la ciudad de El Alto. “Si no hubiera tenido mis ahorros en ese momento qué habría sido de mí”, señala.

Sentado en su puesto de venta, en la esquina de la Comercio, señala que en los 32 años que tiene su negocio, nunca había sido tan duro poder ganar unos centavos para sobrevivir. Si bien en el pasado había movilizaciones y se tenía que cerrar el perímetro del Kilómetro Cero, el conflicto nunca se alargó durante tanto tiempo.

Lo cierto es que los negocios que están dentro del perímetro de la plaza tienen que soportar esta dura realidad. Muchos de ellos no pueden con las pérdidas y se ven obligados a cerrar.

Esto sucedió con un negocio que vendía tarjetas telefónicas, el cual estaba ubicado en plena calle Comercio.

“El de mi lado era un internet con venta de tarjetas y recargas, lo han tenido que cerrar porque no pueden pagar ni personal, ni alquileres y nada raro que vaya pasando lo mismo en otros negocios”, señala.

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La calle Socabaya estuvo cerrada, afectando los ingresos de las tiendas y comercios del lugar

Un niño dejó de ir a la escuela por días

Gumercinda vende dulces en la acera del frente al edificio de la Asamblea Legislativa Plurinacional, ella también fue una de las víctimas del reciente cerco policial en la Plaza Murillo

“Es tan duro trabajar en este lugar, quiero irme a otra zona, pero no hay donde, la Alcaldía no nos permite vender en la calle”, asegura.

Con una voz tímida, Gumercinda cuenta que ya pasaron cinco años desde que tiene su pequeño quios-co en la Plaza Murillo, pero ninguno fue tan difícil como este.

“Antes tenía que soportar las gasificaciones, miraba la pelea de los policías y la gente que marchaba por aquí, pero eso era momentáneo, cerrábamos un rato y luego de que se iban los marchistas volvíamos a vender”.

No tiene un dato exacto de cuánto son sus ingresos económicos, pero asegura que desde que inició el cerco policial a la Plaza hubo días en los que no vendía ni un dulce de 10 centavos. Incluso por falta de recursos su hijo de 10 años tuvo que faltar a clases por algunos días.

“Por falta de plata mi hijo ya no estaba yendo a clases, no quería que se perjudique pero no tenía co-mo mandarlo, me da miedo que se vaya caminando. Su padre está trabajando en los Yungas y a veces se olvida de nosotros”, relata mientras observa como el carro Neptuno de la Policía se moviliza por alrede-dores de la plaza ante una marcha que se acerca al lugar.

Gumercinda cuenta que al verse desesperada por tener un ingreso, aunque sea mínimo, optó por lavar ropa en su vecindario en la zona de la Periférica.

Esta nueva actividad, que realiza de vez en cuando, a veces durante tres días a la semana, le genera un poco de ingresos que le permiten mandar a su hijo al colegio y, por lo menos, tener algo para comer.

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