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Con Andaluza, los bordados tarijeños se revolucionan


Miércoles 9 de Agosto de 2023, 4:30pm






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Ana Karina Romero sabe muy bien lo que quiere. Se ha propuesto convertir una tradición de la región de donde proviene, Tarija, en una fuente de empleo, progreso y orgullo de las mujeres chapacas. Esta tradición es el bordado artesanal.

La empresa que Ana Karina ha creado se llama Andaluza y produce todo tipo de accesorios (carteras, manillas, billeteras, aretes) y prendas de vestir basados en el aguayo y el bordado artesanal propios de la región. Es uno de los 15 finalistas del concurso “Emprende ideas en tiempos de crisis” que organiza la Fundación Samuel Doria Medina Arana.

Andaluza comienza en 2020, cuando Ana Karina asistió como alumna del Centro de Autoempleo Productivo (CAP) de la Alcaldía de Tarija para aprender a bordar. Allí conoció a mujeres que tenían un enorme talento, pero también muchas dificultades financieras y por eso faltaban a sus clases. “Estos centros están en las zonas alejadas de la ciudad y a ellos asistían mujeres de escasos recursos que enfrentaban mil dificultades. Abandonaban los cursos, enfrentaban violencia doméstica, etc.”, explica. Ahí surge la marca, con el objetivo de ayudar a estas mujeres. Su objetivo principal es generar fuentes de empleo, así como premiar a las mujeres más responsables. También busca valorar el talento de las mujeres bordadoras de origen popular.

El concepto del negocio es rentar de la cultura de la región. Como todos los bolivianos saben, la vestimenta típica tarijeña lleva bordados artesanales. La idea es aplicar este arte a las prendas modernas, tanto las que se lucen en los eventos como la vestimenta casual. En suma, prendas bordadas para toda ocasión.

Ana Karina es la que se ocupa de los diseños, “respetando y valorando la cultura”, pero dándole una tónica moderna. Las mujeres del CAP y de otros centros de formación realizan los bordados. “Me ocupo de la colorimetría, las combinaciones, los patrones, la elección de tela, y ellas elaboran el bordado y hacen su ensamblaje o armado”, explica.

Esta tarijeña es una artista innata, que supo que tenía habilidad manual desde pequeña. Pero también es una empresaria competente. Andaluza ha logrado una red de comercialización envidiable: comenzó en una tienda colaborativa con otras seis marcas tarijeñas y ahora cuenta con seis puntos de venta propios: dos en Santa Cruz, dos en la Paz y dos en Tarija. Otro medio fundamental de comercialización y difusión es su participación en ferias distritales, donde van comprobando que la marca ya es conocida y buscada por un público de mujeres de entre 19 y 59 años y que cuentan con un ingreso estable. Los artículos de la fábrica cuestan de 50 bolivianos para arriba, por lo que su nicho es la clase media. También venden directamente por redes sociales, con el nombre de Andaluza Accesorios.

No conforme con lo mencionado, la empresa pretende tener lugares propios en Cochabamba y Sucre. El negocio ha superado las expectativas de su fundadora. Por eso, está produciendo stocks de 50 unidades de sus artículos más demandados, a fin de tener siempre suficiente mercadería para todos los clientes.

A mediano plazo, esta emprendedora querría abrir una tienda en Tarija que reúna a las bordadoras de la provincia Méndez, en especial de su capital San Lorenzo, donde el arte de bordar es el núcleo de la cultura popular y constituye un referente para el país en su conjunto. La llamaría, dice medio en broma, “El emporio del bordado”.

¿Tiene futuro el bordado artesanal, que compite con el bordado digital? Romero cree que sí. El bordado automatizado solo trabaja con colores puros y no puede ser matizado; el artesanal, que se realiza en las antiguas maquinas Singer de las abuelitas permite combinaciones imposibles para el método computarizado. Hay bordados artesanales que parecen una pintura sobre el lienzo de una prenda o un accesorio. Por otra parte, el bordado artesanal es “aplicable a todo tipo de material, incluso al tul; en los sombreros, por ejemplo”. 

Ana Karina prefiere colocar bordados sobre telas finas como sedas francesas o cueros auténticos, es decir, sobre prendas duraderas, que permitan conservar el trabajo bordado por más tiempo. El usuario de estas prendas las viste con orgullo, porque no son algo que se hizo en dos horas.

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