La tercera semana del mes de marzo del 2018, quedará grabada en la memoria de bolivianas y bolivianos como la semana en que Bolivia expuso ante el más alto tribunal de justicia del mundo su centenario reclamo del mar.
Chile por vez primera sintió que el piso se le movía y que su vieja y perversa estrategia de la dilación como política de Estado, se caía en mil pedazos.
Existen muchas preguntas al mismo tiempo que muchas respuestas sobre la campaña del Pacífico, desde las teorías de la conspiración, que encuentran en la película “Amargo Mar”, una línea de reivindicación a la ya triste historia de incompetencia con la que Hilarión Daza se encuentra en la historia militar
Poco o nada se conoce de las “rabonas”, quiénes eran, qué hacían, cómo se las reclutaba, qué papel jugaron en la campaña y cuál fue su destino una vez acabada la contienda. Como se puede advertir, hay un vacío en la historia.
Al respecto el conocido archivista Luis Oporto señala que: “Las mujeres también tuvieron una participación importante dentro y fuera del campo de batalla. Las ‘Rabonas’ acompañaban a los soldados siendo sus esposas o compañeras (cuando quedaron viudas reclamaron pagos devengados de sus esposos), mientras que otro grupo cumplía trabajo en las ambulancias del Ejército y otras desplegaron un amplio trabajo en las ciudades con la recolección de fondos para sostener las tropas” y concluye señalando “La del Pacífico en 1879, […] fue una guerra en la que la mujer de campaña, la Rabona, fue sometida a trato humillante, tanto en el campo de batalla, como en la ciudad de La Paz, donde huyó, viuda generalmente, a pedir ayuda económica”
La historia de la invasión del Pacifico que se enseña en el sistema educativo, comienza y acaba con Eduardo Avaroa, Ladislao Cabrera, Juancito Pinto y Genoveva Ríos, del resto no se tiene noticia, otro vacío en la historia… Aún a sabiendas de que los archivos de las unidades militares guardan celosamente las listas de los efectivos que participaron en la campaña, de todos los efectivos…
Hoy a 139 años de la guerra del Pacífico, los mausoleos en los cementerios generales de cada ciudad capital, están descuidados, ocupados como almacenes o usados para misas negras (como es el caso de Oruro), hasta los Yatiris saben que embrujar para mal, necesita la tumba de alguien que en vida supo matar. Un asunto a resolver sin duda, para ser justos en el trato de quienes dieron su vida, o estuvieron decididos a darla en combate.
Nadie recuerda ya, que el Poder Judicial en plena campaña y de forma voluntaria, no solo hizo su contribución económica donando meses y meses de sueldos, sino que también dio su tributo de sangre. En efecto, todo comenzó en Oruro, donde los Jueces, sintiendo los fracasos de nuestro ejército y negándose a tal extremo, se enlistaron voluntariamente y partieron hacia las costas en su defensa, tras el ejemplo de Oruro, en todo el país hubo una conmoción general y el ejemplo invadió al Poder Judicial.
En efecto el Dr. Pantaleón Balance, nombrado Presidente de la Corte Suprema de Justicia el 7 de septiembre de 1881 (recién acabada la contienda) en el discurso inaugural de la gestión 1882, decía: “Para observar esa actitud marcial, ha sido preciso recorrer un periodo anormal, consagrado casi exclusivamente a las atenciones del servicio militar […] la lista judicial no debió eximirse de concurrir al restablecimiento de la defensa nacional y concurrió positivamente en él, sin resentirse en lo más leve”
Pero no solo eso, Dalence reflejaba el estado de ánimo de una época, donde la sociedad boliviana, excepto las oligarquías de la plata y el estaño, quería retomar las armas para recuperar el Litoral robado, en efecto, en ese mismo discurso inaugural de 1882, Dalence señalará que: “Bolivia se ha levantado a la altura de su virilidad, lejos de ceder a las cobardes sugestiones del temor o la desconfianza, se ha reparado rigurosamente de sus contrastes y se halla lista para entrar en campaña con un ejército que sabrá cumplir su deber”
La historia, lugar donde la memoria y los fantasmas nos ponen en tribulación, es en el caso del Pacífico, un espacio de muchas interrogantes.
El haber perdido la guerra, tiene muchas justificaciones, la más extendida y común en los imaginarios colectivos es que perdimos por “carnavaleros” o porque Hilarión Daza era un incompetente, o porque Perú nos abandonó en un momento decisivo.
Tal vez sea tiempo de reescribir la historia del Pacífico, tal vez sea tiempo de conocer a los que fueron y los que regresaron, para que cada Departamento tenga una vena de orgullo, orgullo de saber quiénes fueron, cuantos fueron galardonados como “héroes” en combate
Saber quiénes fueron las “rabonas”, porqué había niños enlistados, ¿quienes eran los Colorados de Bolivia?
Necesitamos listas completas, la historia necesita recordarse a sí misma en su totalidad, no a través de los fragmentos que nos dan los que perdieron la guerra y tienen que justificar la pérdida.
La historia necesita verse a través de un prisma llamado “pensamiento crítico”, ya que la guerra comenzó y acabo como acabo, rodeada de intereses económicos ingleses, acuerdos secretos y derrotas preparadas arteramente.
Recientemente Androniko Lucsik, un multimillonario chileno decía que “Antofagasta siempre fue, y será de Chile”, lo que pocos saben es que Androniko es el nieto de Eduardo Avaroa, su nombre completo es Androniko Lucsik Avaroa. Este señor no solo es nieto, sino que además -desde su abuelo- se beneficia de las aguas del Silala, este señor es el dueño de la Corporación del Cobre (CODELCO) vende las Aguas del Silala, no para consumo del pueblo, sino para su uso en la explotación del cobre. Nuestra agua para explotación minera privatizada, transnacionalizada, un recuerdo decadente del minero Gonzalo Sánchez de Lozada.
Hoy como ayer las oligarquías renuevan su pacto, en tanto chilenos, en defender un patrimonio producto del robo, en tanto oligarquía boliviana en defender los intereses de la oligarquía chilena. Esa es la historia del sistema diplomático boliviano desde 1904, atrapada por el tutelaje chileno, salvo raras excepciones, como la de Daniel Sánchez Bustamante para 1910.
Es tiempo de reescribir la historia, descolonizarla y despatriarcalizarla, para lograr ello se pueden encarar algunas tareas urgentes, como ser:
- Darle prioridad a los mausoleos del Pacifico en todo el país, como parte de un circuito educativo, turístico y de conmemoración a quienes de una u otra forma entregaron su vida en la contienda
- Elaborar un libro con listas completas de efectivos enlistados, “Rabonas” incluidas, para visibilizar a todos y todas en el conflicto.
- Otorgar una condecoración póstuma a los familiares, bisnietos y tataranietos, a nombre de los combatientes del Pacífico.
Otras tareas que pueden encararse en mediano plazo serían:
- Desde el Órgano Judicial, indagar en los archivos para saber cuántos y quiénes se enlistaron en el ejército.
- Indagar sobre la participación indígena en el conflicto, particularizar este hecho para comprender la sociedad boliviana y sus hábitos en medio del conflicto.
- Indagar sobre el papel de la prensa escrita y el rol de los periodistas en la guerra ¿había periodistas de guerra? en la creación de opinión pública.
- Indagar sobre la dinámica de elites en la diplomacia boliviana y la chilena, para comprender las relaciones ocultas de negociaciones.
La historia merece verse completa, o lo más completa, descolonizarla de su carácter de elites, atrapada en los estrechos límites de heroísmo que excusa, merece despatriarcalizarse para salir del machismo militar y ver con generosidad a las mujeres que siendo, enfermeras, cocineras, confidentes o amantes, preparaban al soldado para el combate.
La del Pacifico, debería llamarse la guerra de la traición interna en beneficio del robo externo.
Fue la guerra, donde la derrota se preparaba en los maletines diplomáticos y las cuentas bancarias, la derrota se preparaba en las empresas mineras y los intereses ingleses.
Todo conspiraba contra el país, todo excepto la voluntad férrea de hombres y mujeres a los cuales, hoy debemos recordar con generosidad y con orgullo, reparar el olvido y anunciar su recuerdo en cada unidad escolar, en cada departamento, recordar que la guerra no fue solo de hombres, sino también de mujeres aguerridas, que le dieron al país su sangre y su vida.
Hoy es un nuevo tiempo, y como tal tenemos la obligación de cambiar los estancos convencionales de la historia escrita y conocida del Pacifico, acompañar la demanda de La Haya con una nueva memoria, aquella que pertenece a la realidad.
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