Abro esta columna citando las palabras del candidato presidencial colombiano Gustavo Petro, de la izquierda, que indicó que, de llegar a la presidencia de la República, prohibiría el fracking, “y nos separaremos del petróleo y el carbón”.
La promesa es poco menos que absurda dados los datos que indican el éxito de la industria de extracción de gas y petróleo vía fracking, tomando en cuenta todos los cuidados ambientales del caso. Veamos algunos ejemplos.
Aclaremos –para los no familiarizados- que la técnica de producción de gas y petróleo denominada fracking o de fracturación hidráulica permite la extracción mediante la inyección a presión de materiales químicos, arena y con agua en fracturas de las rocas (de reservorios que no son geológicamente convencionales) para romperlas y facilitar el acceso de perforaciones para su extracción.
Estados Unidos es el claro ejemplo del éxito de la industria del fracking.
Para que se informe el candidato presidencial –y todos los que se oponen al frcking sin argumentos- el propio ex secretario de Energía de Estados Unidos, de la administración Obama que no era pro-fracking-, Ernest Moniz indicó que el proceso de extracción de gas natural denominado fracking es seguro y debe utilizarse con la respectiva regulación. Agregó que aún no vio evidencia concreta de que el fracking, per se, contamine el agua.
Se debe subrayar para aquellos que piensan que el Estado puede dedicar se fracking están muy equivocados. Sólo Estados financieramente poderosos como Emiratos Árabes, Arabia Saudita (que explota petróleo convencional y no necesita fracking) o Qatar podrían asumir costos de producción de gas/petróleo vía técnica fracking, se necesita alto capital privado. Por ello es que son las compañías privadas en Estados Unidos las que asumieron el riesgo y costos y hoy tienen los frutos dulces de un exitoso modelo de negocios de producción de gas/petróleo vía fracking, sin subvenciones ni apoyos significativos del estado norteamericano.
Por ello es que cuando en Bolivia las autoridades anuncian que Bolivia hay reservas “astronómicas” de gas natural a ser explotado vía fracking me alegra, pero al mismo tiempo la gente se da cuenta que es una obviedad que el estado boliviano no tiene la capacidad financiera de asumir tal empresa que requiere inversión a escala. Debe permitir el acceso a capitales privados y para ello reformar toda la estructura legal de hidrocarburos.
El éxito de la industria fracking es: haber reposicionado a Estados Unidos como uno de los más grandes productores de petróleo y gas, que venía rezagado; haber reducido las facturas de luz (vale decir el gas producido vía no-convencional es utilizado mayormente para termoeléctricas) y generado millones de fuentes de empleo en Estados.
Las operaciones de la industria están bajo vigilancia normativa de EPA (Environmental Protection Agency) en EEUU, reduciendo posibilidades de distorsiones en la producción y de impactos ambientales.
Datos que no se pueden subestimar: por primera vez desde 1970 Estados Unidos superó la barrera simbólica de producción de 10 mbd millones de barriles diarios producidos (informe de la Agencia Internacional de Energía), siguiendo el impulso de la política del presidente Donald Trump para ser independientes energéticamente.
Estados Unidos compite con Rusia, que produjo 10.5 mbd en 2016, y Arabia Saudita, que ese mismo año extrajo 10.4 mbd. Obviamente Arabia está produciendo por debajo de su capacidad total dados acuerdos que tiene con el cártel de productores OPEP para tener precios estabilizados del barril/petróleo. En gas natural el fracking ayudó a Estados Unidos bastante: exportaciones (2016) que superan 550 MMpcd (millón pie cúbico/día) vía LNG (gas natural liquificado transportado en barcos metaneros y vendidos a mercados spot).
Con un precio promedio del barril Brent a aproximadamente 65 USD y del WTI a 65 USD la industria fracking creció prósperamente. La administración Trump, contrariamente a Obama, generó nuevas regulaciones en Estados Unidos que permitieron el florecimiento de la industria. ¡Punto alto para los republicanos!
Volvamos a Colombia: el propio máximo ejecutivo de la estatal petrolera Ecopetrol, Felipe Bayón Pardo, indicó que entre sus retos para 2018, entre otros, están los de explorar yacimientos no-convencionales para apostar al fracking. Colombia tiene –adicionalmente- la mala suerte que el terrorismo le desperdició, en 2017, 1,6 millones de barriles de crudo por los atentados.
Indicó que el fracking es buena opción porque en una zona colombiana denominada Magdalena Medio puede haber entre 2.000 y 7.000 millones de barriles de reservas. Lo que dijo el candidato Petro, entonces, es poco menos que un contrasentido y un ataque al crecimiento y desarrollo de Colombia, país al que quiero muchísimo porque mi padre tuvo formación post profesional en ese bello país.
Las energías renovables (solar y eólica) no quedan fuera de juego: son parte de un mix que va a dominar el escenario económico energético por muchos años.
El crecimiento de las renovables será importante dadas las reducciones de costes de producción, sin embargo, el fracking es parte de la economía de la energía y el gas natural es el elemento de transición indiscutible e indispensable entre el fósil y las renovables. Esa ecuación tenemos que tenerla muy presente.
Denostar la industria petrolera y gasífera del fracking es una moda que se supera con datos. Nuevos modelos de pensamiento se impusieron: el mix entre fósiles y gas y renovables es el paradigma de los próximos años.