Enero 24, 2025 -H-

La última cena de Luisillo, la tomatada


Viernes 24 de Enero de 2025, 2:00pm






24 de enero (Periodiquito de Alasita, El Compadrito).- Luisillo Tomatillo, líder de las tierras de Bolivópolis, decidió ofrecer su última cena antes de que el tomate sea declarado producto extinguido de los mercados y con precios que subieron hasta la morada de San Pedro, allá en los cielos. Así que convocó al chef de la Casa Grande para recomendar un menú exquisito.

La noche del banquete, las protestas en su contra se escuchaban: ¡Queremos tomate!, gritaban, ¡No hay paz sin llajua!, decían. Luisillo, casi en las lágrimas, tuvo que cerrar las ventanas para no escuchar, pues sabía que el arroz, el aceite y hasta la harina pronto se acabarían.

¡Bienvenidos a la fiesta del siglo!, anunció el feliz anfitrión y de inmediato se dispuso a recibir los obsequios traídos por sus invitados.

La primera ministra, Cambita Prado, irrumpió con una botella de aceite. No cualquier aceite, sino el Aceite de Oliva Boliviano Supremo, prensado a mano por monjes en las montañas de la Cordillera del Sabor. “¡Es más valioso que el oro!, dijo, y al oído de Luisillo repitió: No solo es delicioso, sino que revitaliza las economías. Lo probé y mis inversiones subieron un 200%, yo sé tu secreto, lo necesitas”.

¿Sería esta la solución a la inflación?, se preguntó en su interior Luisillo, y con una sonrisa continuó recibiendo los regalos.

Las filas eran interminables, incluso algunos entraban con saquillos de arroz, bidones de gasolina y diésel. Luisillo se quedó sorprendido por el cariño de sus funcionarios, digo, fieles seguidores, para nada obligados a asistir.

A la hora de la cena, la servidumbre sirvió un plato de chicharrón cochalo hervido en aceite un poquito guardado “para el sabor”, decían algunos. Luisillo se extrañó porque nadie comenzaba a comerlo, pese al delicioso aroma que desprendía el chanchito.

¡Falta la llajua!, gritó uno de sus ministros que realizaba un live en su perfil de Tistos, Había prometido a sus seguidores mostrarles el evento a cambio de dólares para comprar un tomate, pues extrañaba comer una ensalada.

La audiencia murmuró sorprendida, cuando de pronto, una gran caja golpeó la puerta del palacio presidencial. Luisillo pensó que era otro golpe de Estado. Asustado ordenó sigilosamente a sus guardias llevar a su avioneta sus joyas y regalos.

Otros tres golpes se escucharon en la puerta y alguien gritó: ¡Luisillo, salí, Luisillo, abrí! Era su amigo ministro, De La Torre, que llegó tarde al evento con una gran sorpresa.

¡El tomate más raro de todos! Cultivado en la cumbre, bajo condiciones extremas de clima. ¡Este tomate es tan único que podría resolver todos los problemas del país, incluido el déficit fiscal!, exclamó con orgullo.

Luisillo ordenó servir un bocado del gran regalo a sus ministros y a él, cuando de pronto, cuál si fuera un ópio, empezaron a ver llover tomates del cielo mientras la gente saltaba de alegría en las calles. Ya no había déficit fiscal, ni faltaban tomates en los mercados.

Rápidamente, Luisillo exportó la abundancia de tomate a otras regiones y recibió grandes ganancias que gastaba en otros banquetes con sus amigos. No hubo mejor final para Bolivópolis, por ahora.

//

.