Enero 27, 2025 -H-

Nuevo tiempo y mejor democracia


Domingo 26 de Enero de 2025, 10:00am






-

Don Pedro Restrepo, un colombiano que migró para instalarse en Quito fue un abanderado por la lucha de los derechos humanos en el Ecuador. Iniciando el año 88 sus hijos de 14 y 17 años fueron desaparecidos, con el tiempo se descubrió que miembros de la Policía Nacional del Ecuador estaban involucrados en el hecho. En 1994 el gobierno ecuatoriano reconoció oficialmente su responsabilidad y admitió que se había cometido un crimen de Estado. Los cuerpos nunca aparecieron y Don Pedro, que falleció en diciembre pasado, entregó su vida llorando y reclamando justicia, él decía: “Uno sabe cuándo comienza sus luchas, pero no cuando terminan”. Ya no quiso volver a su Colombia, pues “Aquí nacieron, aquí los desaparecieron, no los hemos encontrado, no me voy”. Desde el Estado ecuatoriano, la impunidad, la indiferencia, el ocultamiento. El sistema de encubrimientos y la democracia indolente. Pasa allí y también acá.

Mientras un muerto no sea tu muerto, mientras el hambre no sea tu hambre y mientras un robo no sea tu robo; nunca entenderás la gravedad de lo que estamos viviendo en nuestro país” reflexionó Don Pedro, y estas palabras retratan la indiferencia de la angustia que viven las sociedades, también la nuestra, sin sentir, de parte de políticos y gobernantes, la necesidad de comprender de manera profunda qué lástima y qué sueñan los bolivianos.

La tarea está ahora en la reconstrucción de la democracia, ocupándonos todos. El intervalo oscuro producido por el hecho de noviembre de 2019, irresuelto por cinco años de gobierno distanciado de la necesidad de pacificar y estabilizar la convivencia política y social del país, deja expuesto el mayor desafío político del nuevo tiempo que se inaugura el Bicentenario: la necesidad de otro sentido común, innovador y profundamente disruptivo de las actuales formas que caracterizan las relaciones políticas en Bolivia. Un sentido común que debe, imprescindiblemente construir complementariedades sociales, económicas (empresariales/productivas, privadas/públicas, Estatales/ de mercado) y regionales, conectando de forma urgente la suma de preocupaciones y tensiones de una sociedad plural que está intentando reacomodarse.

Esto no se monta con una alianza declarativa ni la expresión de intencionalidades efusivas, precisa comprender de manera inequívoca que una “comunidad no es un espacio constitutivo único de lo político” donde el bien común es el factor unificador por antonomasia. La colectividad boliviana está signada por la multiplicidad de sujetos, contradictorios por supuesto, diversos, con temporalidades diferentes y miradas subjetivadas de lo nuestro y de lo prioritario; con estructuras organizativas que combinan tiempos prehispánicos e incipiente modernismo. Un espacio donde el sujeto individualizado precisa de una renovada filosofía política que haga posible la convivencia pacífica de la expresión plural y democrática.

Trabajar en una filosofía política post moderna obliga rearmar la democracia, las institucionalidades y las miradas individuales en una perspectiva de respuestas diversas e inclusivas. Precisa a su vez trascender la idealización de la Ilustración y del sujeto unitario asentado sobre el mito exclusivo del bien común como hecho totalizador para, concentrarse, con mayor fuerza en la búsqueda de la democracia diversa y su coexistencia no sobresaltada con las formas tradicionales del institucionalismo liberal. 

Hoy Bolivia nuevamente se va mostrando, con la palabrería de quienes quieren gobernar el país, como una sociedad fragmentada en espacios políticos radicalmente nuevos y contrapuestos, con intenciones no silenciosas de marginar la otredad molesta. Esto incide sobre las nociones e ideas de libertad e igualdad que deben estar presentes en este reinicio institucional del Bicentenario. EL nuevo tiempo democrático que urge inaugurar en el Bicentenario reclama derechos democráticos, que, si bien suelen entenderse como individuales, su ejercicio es colectivo pues se expresan en el derecho de todos. Las libertades y la igualdad deben tener hoy una dimensión que interseccione la esfera individual y política. Acoplando de forma comprensiva el individualismo liberal y el comunitarismo intercultural que sin una convivencia necesaria es una apuesta inviable.

Las relaciones político-sociales del gobierno que se elegirá en agosto deben ser esencialmente constructivas y dialógicas, asentadas sobre una matriz democrática de valores y prácticas que se extiendan progresivamente y que permitan reducir las disonancias de intolerancia. En sociedades diversas, las lógicas unipolares son conducentes a la construcción de figuras autoritarias y restrictivas del pensamiento y las libertades. La democracia plural y tolerante será la tarea fundamental por construir, base esencial para restablecer la sensatez económica y la gobernabilidad.

La reconstrucción democrática no es posible cuando se substrae únicamente a la reedición de modelos pasados e insuficientes. El nuevo tiempo que llega pide otros patrones democráticos. La Democracia Liberal de los años noventa y la Democracia Intercultural del Proceso de Cambio deben abrir espacio a una DEMOCRACIA DE TODOS, un espacio que en el mundo aymara se llama el espacio taypi, ese lugar/zona donde lo indígena y lo occidental se entretejan en su más profunda expresión de abigarramiento para ordenar las asimetrías hoy existentes.

 

 

.